lunes, enero 09, 2012

Sobre el enamoramiento y otros extraños animales


Me la he pasado las últimas semanas jurando y perjurando que no estoy enamorada. Que podría, que tal vez querría, que existe la posibilidad, que necesito tiempo y las señales correctas. Y en verdad lo creo. Creo que muy a principios del año pasado un tendón pequeñito se rompió dentro de mí y me dejó con el corazón incapacitado para actuar a voluntad: ahora depende de las instrucciones del cerebro. Y en este momento, la razón no me deja enamorarme... o si?

Digamos que he tenido la fortuna (la desgracia?) de enamorarme tres veces en mi vida. Y aunque cada una ha sido diferente, en edades y etapas y circunstancias diferentes, me parece que puedo identificar perfectamente el sentimiento. Esa sensación de estar cayendo en un sueño profundo: al principio tan precipitado que se corre el riesgo de despertar y que, poco después, embriaga y se vuelve dulce. Se siente como volar tomada de un globo: es hermoso y atemorizante a la vez. Es bucear en un mar profundo y flotar y sentir el peso de la vida simultáneamente. Es un sentimiento que no se puede confundir. Uno sabe y no hay más.

Yo no siento nada de eso, no porque no quiera (bueno, si, en parte) sino porque estoy esperando, como los niños esperan a que llegue el 24 de diciembre para realmente emocionarse y perder el sueño. Pero en lo que espero en lo que me parece la antesala que llera al inevitable lanzamiento al vacío, me he topado con una criatura extraña. Este chico se ha empeñado en entrar sin invitación a mi país de las maravillas e instalarse, con implacable sencillez, en mi fantasía (fantasía que felizmente había aceptado vivir por mi cuenta). Y ahora algo pasa... es una cosa rara. No tengo clara la razón pero no puedo dejar de pensar en él.

Y entonces he pensado que tal vez el enamoramiento, más allá de un viaje extrasensorial pasajero y peligroso (como yo lo veo), es un bestiario; un zoológico de sentimientos que, al estar todos juntos se vuelven otra cosa. Al final, qué es estar enamorado si no una lista interminable de síntomas que incluyen la persistencia de aquel en la mente de uno, el ligero terror ante la posibilidad de que todo acabe de golpe, los celos que merodean tímidamente entre las horas en las que el otro no está disponible, la sonrisa inexplicable cuando la comunicación llega, la mirada que delata noches de besos y las ganas de más. 

Qué es esta cosa que a todos se nos a atravesado en el camino una o dos veces? Este animal extraño, suave y despiadado y hermoso, sino las ganas, la voluntad mezcladas con una coincidencia afortunada y el permiso tácito de abandono absoluto. Qué es, si no estar enamorado, la irremediable certeza de querer que sea lunes 16?


1 comentario:

Unknown dijo...

Uy, amiga, pues no es por ser aguafiestas pero el 24 de diciembre ya pasó; ya te dieron tu regalo, ya lo viste, ya lo abriste, pero como que aún no quiere jugar con el... ¿Pa´ qué esperarse al -tan cercano- lunes 16? Recuerda: No dejes para mañana lo que puedes disfrutar hoy.

Y tal vez ese espiral, esa ensoñación, ese vórtice que llaman amor no siempre tenga los mejores finales, pero siempre, SIEMPRE DE LOS SIEMRPES, el viaje vale la pena. Así que usté nomás déjese querer.

Saludos!