jueves, febrero 09, 2012

Hold my hand, I don't want to fall


Será que enamorarse es un milagro? Y es que cuáles son las posibilidades de encontrar una persona que ve la vida tras un lente compatible con el nuestro? Y cuáles son las posibilidades de que la misma persona nos parezca divertida, emocionante e interesante? Y que esa misma persona también tenga valores, ideas, metas que complementen los nuestros? Más aún, que esa persona tenga este halo de misterio que nos obliga a querer saber más? Y que este híbrido de estrella de rock e ídolo literario sea también tan atractivo que los besos y las caricias se vuelvan indispensables para respirar? 

Y es que enamorarse, al final del día, es una mezcla de reacciones químicas, voluntad y mucha fortuna. Y es que enamorarse, al final del día, es tener la fortuna de encontrar a una persona que no sólo nos haga creer que saltar al vacío es una buena idea, sino que esté dispuesta a saltar con nosotros. Enamorarse es tener toda la fe en que, al tocar el suelo no nos romperemos en cachitos. Enamorarse, al final del día es hermoso y devastador y siempre acaba mal y aún así, es una droga que seguimos buscando.

Tengo que aceptar que, aunque creo firmemente que enamorarse es una decisión, también he comenzado a creer que pasa. Enamorarse pasa y no siempre cuando uno lo quiere o lo necesita. Enamorarme ahora me viene inconveniente. No tengo planes, en el futuro cercano, de lanzarme de un precipicio ni de tener fe ni de confiar. A decir verdad, no estoy en condiciones de saltar siquiera dos metros: las cicatrices son visibles y no me dejan cerrar los ojos y dejarme llevar. Tengo miedo de cometer los mismos errores, de que la próxima caída sea la definitiva. Enamorarme ahora me sabría dulceamargo. Enamorarme ahora me parece una mala decisión, como traer el atuendo equivocado en el lugar perfecto. Estoy, justo, en el lugar perfecto y, tal vez deba admitir, mi mundo se ha vestido de un rosa inapropiado.

Algo entre las cenas en el Upper East Side y los ojos multicolor. Algo entre los viajes y la distancia y las dudas y la música. Algo entre líneas y el tiempo perdido y el tiempo pasado y el vino y las borracheras. Algo entre las sábanas y la blancura de la piel y las ganas. Y algo entre el Lower East Side y los besos y los domingos robados. Algo en el País de las Maravillas que me ha empujado al hielo y me ha obligado a tomarlo de la mano y confiar un poquito en que, si me caigo, todo va a estar bien. Enamorarme ahora me viene inconveniente, así como inconveniente me venía patinar en Central Park un sábado por la mañana. Igual pasó y fue muy lindo.

Anticipando lo que se viene: Summertime Sadness...


2 comentarios:

Viridiana dijo...

En mi experiencia, enamorarse nunca ha sido voluntario. Eso sí, siempre perentorio. Amar sí ha sido una decisión que se toma cada mañana y de la que, en muchas ocasiones, te arrepientes por las noches, hasta que llega la mañana siguiente y la vuelves a tomar. Como toda decisión, puede fenecer. Enamorarte siempre es divertido, amar es total confusión.

En resumidas cuentas, como diría Pepe Pepe "amar y querer no es igual; amar es sufrir, querer es gozar".

El punto es sencillo. Voluntario o no, si está ahí, lo mejor es disfrutar cuando se debe y llorar cuando se tiene.

Las heridas cierran y, si bien quedan cicatrices, son eso, huellas que prueban lo que viviste y recuerdan lo que aprendiste (o debiste aprender).

The Man in the Suit dijo...

Memento mori