Me pregunto si las
noches en Wonderland se harán viejas en algún momento. Si, en algún lugar del
mundo, se encuentra algo más lleno de belleza y fealdad y riqueza y pobreza y
música y silencio. Me pregunto si la gente en Nueva York se cansa de salir de
marcha sin saber qué depara la noche. La única certeza que tengo en estos
momentos es que cuando deje este País de las Maravillas aún no me habré hartado
de las aventuras y los besos y los cocteles. Y ciertamente extrañaré la
facilidad con la que viene aquí llenar el mapamundi.
Me pregunto también si
es posible enamorarse en una noche. O será simplemente que soy adicta a la
fugacidad. Ya me había pasado con aquel madrileño y aún llevo esa noche cerca
del corazón. Y aún me dan ganas de irme a Paris por unos días y raptarlo y no
dejarlo salir ni por croissants y café. De aquella noche me quedo con su acento
y las risas y la música nueva y (he de admitir) su destreza. Y, quién sabe… la
vida tiene formas muy extrañas de doblar el pañuelo y partir la distancia en
cachitos.
Y me pregunto si se
puede uno enamorar de un extraño (don’t we all?). Yo lo dudo… tal vez. Pero
últimamente me ha dado por poner a prueba mis teorías (y mis principios) y en
aras de la ciencia he terminado besándome con un extraño en la calle. Para ser
sincera he olvidado cómo empezó todo… sólo recuerdo que era alto y apuesto y
traía unos lentes de esos que me gustan. Y mencionó algo sobre (palabra mágica)
música y me pidió un abrazo (si, un extraño pidiendo un abrazo en medio de la
calle… de esas cosas que sólo pasan en NY). Y el abrazo nos llevó a
mi casa y las circunstancias nos llevaron a uno de los sitios más lindos de la
ciudad. Piensen el Distrito Capital, pero en el Meatpacking y con vista al
Hudson. Belleza por todos lados e imágenes de Dante al subir y bajar del
elevador. Y ahí, con mucho whisky aún en la cabeza, nos abrazamos contra la
ventana, para que todo Manhattan nos viera.
He llegado a la
conclusión de que el mundo sería un lugar más lindo si todas las aventuras
terminaran como la mía: despertar junto a un hombre bellísimo y ahorrarse las
charlas incómodas y las agendas inventadas. Tener si acaso por un par de horas
una de aquellas charlas donde la ropa sobra y los datos son interesantes.
Descubrirse confortable con la luz del día y los ojos azules y la compañía. Y
partir justo a las 10 de la mañana para nunca volverse a ver.
Hubiera deseado
desayunar con él (y de paso, entrar a la tienda de DVF a ver lindos vestidos),
cierto. Hubiera deseado mostrarle un poco de Manhattan antes de que se tuviera
que volver a Estocolmo. Hubiera deseado tomar algo en una linda terraza cerca
del Central Park. Hubiera deseado besarlo más (me gustaron sus besos, qué le
vamos a hacer?). Pero seguramente esas horas adicionales hubieran matado la
magia. Seguramente.
Y la magia, al final
del día, se esconde en cada fin de semana. En esta ciudad hay magia en todos
lados, a todas horas, es sólo cosa de querer encontrarla. Y la magia, al final
del día, es fugaz, es magia, no le pertenece a nadie.
2 comentarios:
You're my hero! Me ofrezco a hacerte un mapamundi bien cute con GIS :P
Yo le ayudo a Sjleyg!!! Ya ves que eso de los coloriría se me da y che mucho que no lo practico!!! Jeje!!! Sigue disfrutando de esos encuentros mágicos!!
Publicar un comentario