jueves, septiembre 15, 2011

Siempre habrá otros


Y por unos (varios) años sólo estuviste tu. Algunos (no muchos) intentaron pero en mi mente (necia) y en mi corazón sólo estuviste tu. Y luego vino otro y aprendí a cruzar la ciudad y comer pizza a deshoras y escuchar a Mahler con atención. Y luego volviste a aparecer. Y por unos (varios) meses, estuviste tu, de entre todos los demás. Pero esa vez, sabía que no eras mío, así que me rehusé a ser toda tuya. Y hubo otros. Pero (casi) siempre estuviste tu y los viernes y luego los martes y luego las llamadas nocturnas y los intentos fallidos porque en aquel tiempo no te gustaban los domingos. Y luego atravesé el espejo y me enteré que yo nunca fui.

Y me dediqué a llenar mi vida de maravillas y mi cama de países y acentos. Y luego me llegó aquel telegrama: te habíamos perdido en la guerra. Y tuve un duelo corto y dulce y me vestí de negro porque venía bien con el invierno. Y visité a tu fantasma y todo lo comprendí. Y bajé las armas y regresé a donde siempre quise estar y me dejé llevar a pasear a Central Park y a bailar al Lincoln Center. Y nunca fui mas feliz, aun con los conatos de incendio que, de vez en cuando, coinciden con visitas de tu fantasma. Y luego vino otro, con sus llamadas foráneas y sus caricias en letras y una pequeña promesa. Y por un momento pensé en las posibilidades. Pero aprendí de los años y me armé de municiones.
Y ahora las llamadas han cesado y las caricias duraron una madrugada. Y, a decir verdad, poco me ha importado. Y tu fantasma me visita todavía de vez en cuando (y, como en Atlas, de pronto me manda cartas) y, en verdad, he adquirido la habilidad de no darle importancia. Debí aprender antes que los fantasmas gustan de hacer bromas esporádicas y uno no debe tomarlo personal (por qué las mujeres siempre piensan que todo es personal?). Y la promesa del mezcal de esta noche me ha traido una certeza: Siempre habrá otros que te abracen, siempre que no se ande por la vida abrazando fantasmas.

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