viernes, diciembre 31, 2010

Operativo Mala Copa


Faltan pocas horas para que comiencen los festejos. Probablemente llevaré el vestido de BCBG que resiste arrugas y torpezas. Tacones altos, eso es seguro. Tal vez debería empezar a hidratarme desde ahora (será prudente aplicar un tratamiento preventivo de sal de uvas?). Pronostico una buena noche y una ligera borrachera. Y es que creo que bien vale la pena celebrar que termina el año. Y bien vale la pena celebrar que empieza otro.

Este año he desistido de hacer pública mi lista de propósitos. Todo sigue igual: quisiera ser más ligera, una lectora más voraz, quisiera bailar más y beber menos, actualizar mi checklist sexual, tomar decisiones un poco más sensatas y, sobre todo, dejar de postergar los deberes (procrastinar, que le llaman). Todo sigue igual, pero las cosas han cambiado. Ahora vivo en la Ciudad Esmeralda y tengo una nueva vida. Ciertamente I'm not in Kansas any more.

Me da gusto que el año termine. Ha sido un buen año. Fui feliz de una y mil formas. Recibí buenas noticias y muchos buenos deseos. Tomé muchas copas de vino y bebí cantidades copiosas de mezcal. La vida me obligó a tomar decisiones e intentar cerrar ciclos. Aprendí a llorar en la justa medida. Viajé, me mudé, me despedí, hice maletas. Dios sabe cómo me gusta estar en constante movimiento. Dios sabe cómo odio las despedidas y cuan deliciosos me resultan los reencuentros. Fue un buen año. Difícil en ocasiones, incómodo en otras, extraordinario de principio a fin. 

Qué bien que el año termine y que por primera vez en casi una década lo pase en mi casa, con mi familia (la de sangre y la de la vida). El año pasado celebramos en Miami y el año anterior fue en Las Vegas. También hemos pasado estas épocas en alta mar, en Madrid, en Nuevo México, Colorado, Cuba, Panamá, Acapulco, Cancún... Pero en esta ocasión no podría pensar en otro lugar que mi amada Ciudad. He venido (huyendo de las nevadas brutales) a pasar tiempo con personas que han esperado mi regreso. He venido a recordar y dejar ir y a dormir poco. He venido a recordar que no todo es Central Park y el Lincoln Center y comidas brasileñas y comensales franceses. He venido a cerrar el año. Un buen año.

Y ahora viene un cambio en el calendario. En alguna película escuché que el año nuevo es una buena cosa: todo mundo merece una segunda oportunidad. Hay una cierta magia en las páginas en blanco: una serie interminable de opciones, maletas por hacer, camas que deshacer. A mi me quedan nuevas páginas por leer, nuevas calles que caminar, nuevos amigos qué querer y nuevos hombres qué amar. 

Con un poco de suerte, el 2011 se parecerá al año que termina: lleno de conciertos y besos y fiestas privadas y champaña y whisky y buenos amigos que crecen y aprenden a volar solos, de nuevas familias y realidades inesperadas. Este fue un buen año. Recibí bendiciones, amigos me ayudaron a empacar y nuevos amigos me ayudaron a desempacar. Si todo va bien, el año que entra veré más ballet y escucharé más música y volaré a Paris y veré Praga de noche. Y dejaré de esperar en Grand Central. Y tendré que decidir la ruta. Y será un buen año.

Y, cortesía del Operativo Mala Copa, les dejo las cuatro rolas que marcaron mi año... seguro se reconocen en alguna.

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