Los días pasan tranquilos ahora. Es como si el frío hubiera traído consigo un ligero silencio, casi imperceptible. Hace falta detener la marcha y prestar atención: no hay ruido. Los días pasan tranquilos ahora. Y, a la vez, me ha vuelto el insomnio y, con él, las alucinaciones, las ansias, las manías. Estas ganas locas de despertar en Paris y tomar el desayuno (si, ya se, allá está nevando y no tengo llenadera). Y si, estas ganas locas de hacer otra cosa, besar otras bocas, probar otros platos y viajar. Tal vez no debería regresar a casa para las navidades. Tal vez debería comprar un boleto a Praga o a Lisboa. Tal vez debería ir tras la portuguesa de aquel jueves.
Pero los días pasan tranquilos y he visto ballet y he escrito un par de cosas. El periodo de clases casi ha muerto. El ardor de la semana pasada es eso: pasado. He logrado enterrar, aunque sea temporalmente, las ganas de llamar a los médicos aquellos de Eternal Sunshine. Y es un poco Nueva York, que aun con las temperaturas bajo cero sigue siendo encantadora. Si la ciudad fuera mujer, sería hermosa, sería una cabrona. De esas que odias y deseas y no puedes dejar de ver. Y es un poco que he visto, de lejos, al inglés y he sentido el deseo correr por la espalda. Y, mientras, los días pasan tranquilos y los deberes deben ser atendidos y las compras realizadas y las navidades celebradas. Y los días pasan tranquilos.
Y como los días pasan tranquilos yo me acerco peligrosamente al borde del tedio. El sabor dulzón del tedio y la espera de ver las calles blancas y El Cascanueces en el Lincoln Center y patinar en Bryant Park. Y la acidez del tedio y las cosquillas y el insomnio y las ganas de ser otra persona: un yo un poco más joven, más irresponsable. Los días pasan tranquilos y me muestran lo rápido que pasa el tiempo y lo mal que cierran las heridas y lo fácil que se acostumbra uno al frío en la cara y lo pronto que se deshacen las maletas.
Y los días pasan tranquilos y yo sólo pienso en portarme mal, en Martina-Topley Bird y en un nuevo par de Loubutins.
SnowMan, Martina Topley-Bird (Some Place Simple, UK, 2010)
Enfant Terrible-irresistible. A veces suena a jazz, otras veces a trip-hop. Es como un Morcheeba sofisticado (como la versión 18 años de un whisky que nos gusta). Bien sirve para tomar una copa, ver pasar las horas, leer o terminar los deberes. A mi me gusta más bien como para portarme mal.
Lyon Presqu'île, Benjamin Biolay (La Superbe, Francia, 2009)
Enfada, si no se toma en dosis controladas. Es la chanson que raya en el hiphop y que, a veces, sabe bien. Pero... cómo no sentir ganas de escuchar a un francés cantar despacito?
Péteprê, Andrea Balency Trío (Mizraïm, México, 2010)
Ella es linda. Toca bien y canta en francés. Suena como algún lugar perdido, entre bailar en algún barecito de Buenos Aires y despertar en algún barrio de Paris.
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