All I want for Christmas...

La verdad, lo único que quería ver bajo mi arbolito este año era a Javier Bardem vestido en Armani Privé y oliendo a YSL. Pero, como ya es costumbre en cuestión de hombres las cosas nunca salen como yo quiero (no me quejo, es puro capricho). En su lugar me tocaron cosas lindas: ver a mi familia mueganil por primera vez en muchas, muchas semanas; preparar el desayuno con mi mejor amiga como en los buenos tiempos; dormir con el perro instalado en mi cama; ver a mis padres y darles sus regalos navideños y cenar y comer y desayunar con ellos... 

También hubiera aceptado a Adam Levine, a Olivier Martínez o, incluso, a Ed Westkick. Pero no, en su lugar mi navidad llegó con varios meses de anticipación. El año no ha dejado de llenarme de regalos: buenos momentos, besos y desencuentros. Buenas comidas, cenas y entremeses. Vino, mezcal y mucho, mucho whisky. Ver a una amiga casarse. A otro crecer y aprender a volar solo. La navidad a mi me empezó cuando me di cuenta que desde el parque que está en la esquina de mi casa se ven el Empire State y el Christler Building. Y siguió con los encuentros afortunados y los nuevos amigos y los nuevos lugares. Y luego más comidas y cenas y vino y mucho, mucho whisky. Y una llamada fatal. Y unos ojos azules. Y otros negros. Y la ligera y tácita promesa.

Y la navidad ahora casi termina y por más que busco, no encuentro ni a Carlos Ponce ni a Marc Anthony... vaya! no me trajeron ni al profe de Glee. Pero no importa. El año parece cerrar con la levedad de la dicha y el peso de la expectativa. Las heridas parecen empezar a sanar. Los amigos y los padres parecen estar bien. Los pecadores parecen disfrutar sus pequeños infiernos. Y parece que yo estoy lista. Parece que el próximo año pediré mejor un viaje a Paris, mucho sexo, un hombre con un lindo acento, y un poco de luz. Y, claro, mucha, mucha música.