El frío ha comenzado a correr por el viento, de a poco, como si quisiera ser amable. Y yo esta semana no he ido a recitar mantras porque me he dado cuenta que no me traje mis pantalones de yoga. Sólo me traje leggings cortos. Y todos los que me acompañaron (de una manera o de otra) en el largo y traumático proceso de hacer maletas recordarán el drama de la maleta extra y de la exhorbitante cantidad de pantalones de yoga que traía dentro. Cómo pasé de tener exceso de equipaje a carecer por completo de pantalones de ejercicio no lo sabemos... Y no sólo eso. El cambio de clima generalmente suelta a los duendes que gustan de aparecer y desaparecer cosas a voluntad. Este es el recuento:
- No sólo me faltan TODOS mis yoga pants. También me faltan todas mis faldas y la mitad de mis vestidos. No tengo idea cómo carajos llené seis maletas de playeritas para el verano. Tampoco sé a ciencia cierta cómo haré para sobrevivir todo octubre y parte de noviembre con ese vestuario.
- Ayer me llamó Xavi. Siempre es lindo saber de él. Ahora que vivo de este lado del río es más fácil (o barato) pero he de confesar que nunca me ha dejado sola. Creo que es la única constante que tengo en la vida. Me conoce desde que tengo 11. Pero en ese tiempo (fuera de los años en los que me llevaba al cine y me tomaba la mano) no hemos pasado juntos más de unas pocas horas a la vez. Y creo que ... tenía razón. De pronto uno encuentra personas capaces de tender puentes en el tiempo. A veces veo a Xavi. A veces se me aparece cada semana. A veces pasan meses y cosas en nuestras vidas y nos alejamos y nos desaparecemos por años. Y luego alguno de los dos vuelve a aparecer. Y no somos iguales que antes. Somos distintos, pero constantes. Son lindas, de pronto, las erráticas constantes.
- También me llamó mi vecino. Esa si fue una llamada inesperada. Me dio gusto y algo de nostalgia y fue como un recordatorio. La vida sigue allá. La vida comienza acá. Extraño las pláticas con mi vecinito. Las noches de vino extrañamente aparecido de detrás de una pared. Los regaños mutuos. Las historias encontradas, los errores compartidos. Los préstamos de regadera y las fiestas de influenza. Mi vecino es de esos personajes que tiene el buen tino de siempre aparecerse en buen momento (generalmente, a las tres de la mañana, cuando todavía hay alcohol).
- También me volvió la furia. Las palabras mal interpretadas, las analogías mal planteadas... o tal vez, tan ilustrativas que resultaron mortíferas. Hay un par de cosas que no logro sacarme de la cabeza. Se me aparecieron los quinientos días. Las horas y los viernes se niegan a desaparecer por completo. Tal vez debimos despedirnos antes. Tal vez debimos habernos despedido a tiempo. Tal vez un carajo. Fui feliz bailando a tu alrededor. Fui feliz tratando de hacerte feliz. Tal vez debiste dejarme creer que lo fuiste también. Tal vez deberías guardarme la últimas dos copas del whisky azul (y del JD single barrel). Tal vez (seguramente) ya te lo bebiste. Tal vez (seguramente) la furia desaparezca. Tal vez me dejes morderte los labios en noviembre.
- Mis abrigos aparecieron. Bueno, ya van a aparecer. Muero por pasearme con mi pea-coat morado de Michael Korrs. Creo que va a hacer un juego estupendo con mis botas Payless.
- El hambre se me ha escondido. Creo que es la mejor dieta de todas: tener el corazón medio roto, pero no destrozado lo deja a uno inapetente, pero con ganas permanentes de Malbec y Jack en las rocas.
- Me han contado que una querida persona ha desaparecido. No me cuesta creerlo. Tal vez siempre supe que sería así. Aunque me gustaría pensar que sólo se fue de vacaciones. Cierto es que me gustaría extrañarla más. Tal vez lo haga pronto.
- Tocaron a la puerta de mi casa. Me asomé y supe de inmediato que no debía abrir. Me dejaron un recado por debajo de la puerta. Tal vez una broma. Tal vez un halago honesto (inocente?). Tal vez debí no contestar. Tal vez debería cerrar con llave.
- También hay una nueva presencia en mi casa, una nueva costumbre de miércoles, una nueva tradición de jueves y un pasatiempo de viernes. No todo es nuevo, sin embargo: también sigo peleándome con el cambio al lavar, estornudando al sacudir y pataleando cuando toca lavar el baño.
- El vestido morado no ha aparecido. Tal vez debería comenzar a buscarlo.
Y así, los primeros días de octubre me han traído cosas, han despempolvado otras y se ha llevado unas tantas. Si el viento ha de soplar, mejor que traiga notas musicales. Algunas apariciones recientes, algunas que se creían desaparecidas... escuchen y luego me cuentan.
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