jueves, agosto 05, 2010

Una música brutal

Hoy me han venido unas enormes e ineludibles ganas de un hombre con piernas firmes y pies livianos. Quiero revolver entre cítricos y maderas y un poco de tabaco. He bailado con hombres distintos, he sentido el sudor correr por el medio de la espalda y me han dado un beso debajo de la oreja. Hoy he bailado y la clave-madera me ha recordado lo que quiero.


Quiero un hombre con pies medio compás más ligeros que los míos, que me fuercen a girar un tanto más rápido, que me obliguen separarme del piso de vez en vez. Quiero un hombre con brazos fuertes que me amarren en el justo y preciso momento (la órden firme: no me sueltes), una mano certera que me invite a su pecho y me suelte cuando la música me pida andar sola. Tal vez un hombre con las caderas sabias y la mente difusa, que me cante al oído sólo los versos que me gustan y me revuelva la cabeza con ideas inadecuadas entre estrofa y estrofa. Que me tome la cabeza y me bese en la pista de baile. Quiero un hombre con un centro unos cuatro centímetros más elevado que el mío, que sepa girar sólo y en su propio eje y me invite, por momentos, a centrifugarme con él. 

Siempre quiero música y siempre quiero bailar. He bailado toda mi vida con cierto éxito y he labrado con los años una ligera gracia. Hoy (sólo hoy, por ser jueves) quiero un hombre que baile conmigo. Quiero un compañero que no deje de mostrarme pasos nuevos, que haga que nadie me pueda quitar los ojos de encima y que siga bailado conmigo, de la pista a la cama (o al piso, o a la pared, o a la mesa). Que siga bailando hasta que el sol se pose alto en el cielo.

No hay comentarios: