El sábado amanecí con frío y dolor de cabeza. Con una extraña resaca, a decir verdad. Habré dormido unas cuatro horas, a lo más. Cuando por fin logré poner los pies en el piso me vino el dolor del cuerpo. Seguro dormí chueca. La mañana pasó demasiado rápido. Envié un mensaje desafortunado. Tomé agua de limón. Deseé quedarme en cama todo el día. Deseé desaparecer del mundo unas cuarenta horas.
Mi marido y yo tenemos esta tradición de creación reciente. Cada tanto nos inventamos un día perfecto: sólo él y yo y la ciudad. Hay algo en pasar un día entero con una persona especial que te envuelve en una especie de estupor maravilloso. Es como salir de vacaciones. Mi marido llegó puntual, flores y chocolates en mano como el caballero que es. Y como siempre, yo aún no estaba vestida.
El día comenzó tardísimo por mi culpa. Tráfico en Reforma (cómo me gusta Reforma). Llegamos a Bellas Artes bajo un cielo claro y un sol insoportable. Nos refugiamos bajo el techo de mármol, en un mundo invisible. Rentamos el surrealismo para dummies, imbéciles y débiles visuales, versión multimedia. Nos hicimos los tontos para tomar la lección. Aprendimos que el misterio es que no hay misterio… o que si lo hay, pero sólo como el misterio en sí. Me pareció triste (yo quería saber los detalles sórdidos detrás de las manzanas y los hombres voladores). Aprendimos eso y que los títulos son más bonitos en francés y que dos perros se pueden llamar igual. Compré dos libretas. Ya no encontré el paraguas.
Cuando salimos el clima ya no estaba para mariscos. Pensé en caminar por Regina, tomar algo en el Miralto, empezar la fiesta en el Cielo de Cortés. Estábamos cansados. Mi marido tenía ganas de una buena comida. Pensé en Dominga, me reservé la opción. Me guardé el antojo. Cenamos en Polanco. Vaya que son lindas las tardes de primavera en esta ciudad. Buscamos un postre, se hizo de noche. Tomé una llamada. No logré ocultar mi molestia. Mi marido me conoce, no preguntó demasiado. Me invitó el helado y se puso a hablar de otras cosas. Intenté tragarme el berrinche machacado con fresas. Funcionó a medias. Igual regresé a casa con dolor de cabeza. Berrinche. Maldito berrinche.
Ya no tuve ganas de salir. Tenía ganas de apagar las luces temprano y quedarme sola con mis pensamientos exagerados y dramáticos. Sabía que eso acabaría mal (me dio miedo comenzar a quemar las naves). Me obligué a entrar en un buen vestido y me perfumé. Me lavé la cara y me recordé que esta semana llegaron las buenas noticias. Labios rojos, flores negras en el pelo y ganas artificiales de festejar. Me obligué a pensar que, a partir de ahora, cada salida cuenta. Entré en la noche por no poder encontrar una excusa legítima. Mariblond y yo llegamos al lugar indicado una hora tarde. De pronto nos encontramos rodeadas de extranjeros. Tomamos un trago, no encontramos a nuestro grupo. Lady Gaga- Bad Romance. Platicamos con un Argentino. Me di cuenta que ya no me dolía la cabeza. El berrinche se desvaneció.
Salimos obligadas por el grupo ausente. Nos dirigimos a otro lugar. Ahí se toma mezcal sin problemas y se escucha música como la que llena mis mañanas. Buen mezcal a buen precio, buena música y servilletas en el piso. Me sorprendío encontrar a Mariblond a gusto entre la multitud de extraña vestimenta. Coqueteé con Harry Potter en la barra. Si la noche no hubiera prometido más en otro lugar, bien me hubiera dejado encantar por él (se sabe de mi debilidad por los lentes).
Pero teníamos otro lugar que visitar. Volamos hacia el sur, domicilio conocido. Otro mensaje desafortunado. Esta vez no me dolió la cabeza (igual me molestó, pues estaba empezando a empujar el asunto al fondo de mi cabeza). Llegamos. Mucha gente. Más de la habitual. Buena música. Mejor que de costumbre. Pensé que en verdad extrañaré ese lugar y a mi partner in crime. Me di licencia para otro mensaje. Tal vez no debí. El sábado perfecto terminó en domingo de ramos.
Al salir, Frank me cantó New York, New York y recordé que el futuro promete muchos días perfectos. Entendí que el domingo de ramos no es más que la inminencia de otra cosa, la ilusión de lo imposible.
2 comentarios:
Me encanto la cronica Di
Efectivamente Chilangolandia es unica y nos vale el trafico, es una gran gran ciudaaaa.
Only in Chilangolandia.
Es curioso como la imagen que seleccionaste fue la que más me cautivó, refleja como me siento justo en este momento de mi vida, mientras todo es luz y brillo por tu gran éxito, me siento en plena penumbra por tu partida...
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