Ayer recibí una información, de esa que te dan cuando no la pides. Fui sutilmente informada de algo que me he preguntado, no sin un dejo de engreída incredulidad, un millón de veces. Un millón de veces, también, imaginé cómo me sentiría en el peor de los casos. Nunca se me ocurrió pensar que no me afectaría.
Será tal vez que se vivió ya lo que se tenía que vivir (y le dediqué ya las lágrimas que merecía). Será que hace unas semanas algo se rompió silenciosamente, se escurrió por la puerta y ambos fingimos no darnos cuenta. Será que hoy otras cosas llenan mi tiempo. Será, simplemente que estoy agotada.
Al final, la noticia es sólo la confirmación de lo que ya se sabia; la culminación de una serie de eventos y circunstancias. Lo que me perturba no es realmente haber llegado (por fin!) a un punto de no retorno, sino que sucedió indoloramente, casi sin darme cuenta. Es como si me hubieran concedido un deseo.
Ahora quedan otras cosas: amigos, conciertos, noches de vino, viajes. En estos días el miedo viene de otra parte, el rush de adrenalina me lo dan la espera y las posibilidades. Hoy llevo los labios color grosella y deseo otras cosas. Siento, de hecho, como si hubiera pasado una década.
Estos últimos meses (el ultimo año, tal vez) han sido como un sueño delicioso. Un sueño lleno de música y libros y besos. Mal que de los sueño uno debe salir, invariablemente. Bueno que hay mañanas que merecen el sacrificio monumental de salir de la cama.
1 comentario:
La foto es una delicia. De esas que se deben con niebla y frío de una viuda. Todavía te quedan muchas cosas y que venga el drama, el spleen y la saudade.
Siempre queda algo detrás de la puerta y en la tienda de la esquina. Usted siempre tendrá París...
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