No me gusta esperar. Nunca me ha gustado... No esperé a tener 1 año para caminar, ni 6 para aprender a leer. Tengo mis propios tiempos: mi hora natural de comida son las 4 de la tarde y, si puedo, duermo de 4 a 11am. Leo despacio y escribo a deshoras. Me gustan las palabras más cuando ya va a amanecer.
Tengo pocas virtudes y entre ellas no se encuentra la paciencia. Probalemente por eso no creo ni en la venganza ni en el matrimonio. Y, a diferencia de lo que dice el manual, no disfruto mucho el foreplay. Yo simplemente no espero. Salgo tarde para no esperar a que llegue mi acompañante. No espero que nadie me devuelva un favor o me agradezca nada... En cierto sentido, siempre espero lo peor. Es mejor así.
Siempre he llevado un ritmo sincopado. Así debe ser y cuando intento sincronizarme con el resto del mundo invariablemente termino trastabillando, sino cayendo. Hace poco me preguntó mi madre "por qué te adelantas?"... Es la única forma que he encontrado para controlar el vértigo, respondí. Planear, manejar, controlar. No conozco otra forma de ser feliz. Será que en mi casa nunca se comió despacio y mis padres siempre creyeron en calidad y no cantidad.
Ahora me han forzado a esperar. A esperar pacientemente a que lleguen noticias, a esperar que todo salga bien. A esperar un viaje, unas horas... una década. Esperar que me extrañen más de lo que sé que yo extrañaré. A esperar que Mahler no me recuerde a Mendelsohn y que en dos años pasen diez.
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