lunes, septiembre 14, 2009

De encuentros inesperados

Siempre he sostenido que una de las rutas más certeras a la paz mental es no esperar nada de nada ni de nadie. Cierto: la vida es cabrona, la gente es cruel y las esperanzas estorban. Sin embargo, la civilización occidental (y no se diga de la oriental, que espera cosas hasta de las ratas) está cimentada en purititas expectativas. Uno espera que el padre le sea fiel a la madre, que la madre quiera a sus hijos por arte de magia, que las “autoridades” hagan su trabajo aunque los ciudadanos no muevan un dedo… uno espera que la gente salga vestida a la calle, que el amigo no te baje a la vieja, que los besos con la pareja siempre sepan bien. Uno espera. Siempre espera.

Trato (como un ejercicio cotidiano) de no tener expectativas. De ahí sale toda mi teoría acerca del uso del preservativo, por ejemplo. Rara vez espero un comportamiento específico de mis cercanos. Sin embargo, se sabe (y hay vasta prueba documental) de mi neurosis y mi instinto controlador. No es que sean mutuamente excluyentes en todos los casos: si no dejo que nadie conduzca por mí es porque realmente no espero que otra persona tenga el mismo cuidado que yo tendría para no resultar en alguna calamidad. Pero en la generalidad, no obstante, no tener expectativas y ser neurótico simplemente no se pueden usar en la misma oración.

Me la paso planeando. Dejo un espacio muy reducido para lo inesperado (sólo pregúntenle a mi marido sobre la última fiesta sorpresa). Es por eso que cuando me llego a sorprender, algo se mueve en mí. Y si la sorpresa es grata, es parecido a la magia. Se siente bien. Muy bien.
En estos días de mucho fingir y poco hacer se debería dejar espacio para las sorpresas. Yo os propongo mis queridos (tres) lectores: Regalen un truco nuevo a su pareja, denle shuffle a su lista general de música y presten atención, vayan a la fiesta sin esperanzas de encontrarse a ESA persona…

De mientras, mis sorpresas musicales:

Something About Us, Daft Punk (Discovery, EUA, 2001)

No. No me gusta Daft Punk. No me gusta que inspiraron a Kanye West a abusar del sintetizador y el distorsionador de voces. No me gusta. Punto. Esta canción, sin embargo, es excepcional. Bella de principio a fin.

Tiempo al Viento, Natalia Lafourcade (Huhuhu, México, 2009)

Si, si… que si “no tengo un hombre ni a Gael García”… que si Ella eeeees buooonitaaa. Sabemos que a Natalia no todo le sale bien. Pero tendremos que agradecerle que ella hace todo el trabajo y nunca deja de experimentar. El disco suena a Condechi acústico y el arte es totalmente neoyorquino. Al final, entre Amarte Duele y Un Pato, sólo podemos decir que su voz está muy bien educada y, de pronto, le pega con la melodía. Este es uno de esos casos.
Impossible, Christina Aguilera (Stripped, EUA, 2002)

No podemos negar que la voz de esta tipeja es buena. Tampoco podemos negar que, aunque cantable, todo lo que ofrece es basura. Juntemos ahora la voz de Christina y la composición de Alicia Keys (que por cierto, hasta toca el piano). Este es el resultado.

Sorprender y ser sorprendido por las cosas más pequeñas. It’s probably the most underrated pleasure.

2 comentarios:

Michelle dijo...

Me parece un excelente consejo. Vamos a intentarlo por acá.

Unknown dijo...

Efectivamente, según lo comentado... permitir ser sorprendido, de vez en cuándo, te hace sentir que estás viva.. Bs