Okey,
siiii... me he cansado de predicar que la ruptura entre el Republicano y yo fue
la decisión mas sensata que una pareja jamás tomó en la historia del mundo
mundial universal y que "mejor soltera que solitaria" y que ahora
somos grandes amigos (lo somos!) y estamos mucho mejor así. Y lo creo
sinceramente, pero cierto es que experimentar una ruptura siempre es
brutal.
Y
si, derramé mis lagrimitas y regresé a terapia y me costó trabajo hacerme a la
idea de volver cada noche a una casa y una cama vacías. Y tuve que deshacer mis
planes imaginarios y desempolvar los que había hecho dos años antes y tratar de
darles un nuevo sentido. Y mis amigos y la ciudad estuvieron ahí para mí y en
pocas semanas estaba yo reinsertada a la sociedad como una mujer soltera. No
funcionó, tant pis!
Pero,
aquí entre nos, creo que una de las cosas más difíciles de cortar (o de tomar
la decisión de dar la estocada final) es enfrentarse con el miedo (pavor!) de
dejar ir a la última oportunidad que habrá jamás para ser
"feliz". Y es que, hay momentos en los que una, así mujer
emancipada, guapa, distinguida y muuuuy inteligente, se llega a creer el
autocuento de que nadie más en la vida la va a querer.
Enfrentarse
a un mundo de parejas (osease, tener 30 y una bola de amigos
ennoviados/casados) cuando uno ha decidido o caído en la soltería es
francamente aterrador. Pero no es el fin del mundo. Y sólo basta volver a meter
los pies en el agua para recordar que uno sabe nadar.
En
estos meses me he rencontrado con mi lado soltero (ese, el de la moral disipada
y la irresponsabilidad etílica). Y aunque ya no soy la misma y ya no me asusta
la idea de un “para siempre (o por lo menos hay que intentarlo)”, me he
comenzado a divertir nuevamente con el proceso.
Ha habido de todo: citas buenas, citas del
diablo, chicos guapos, chicos guapísimos, uno que otro “pos bueno”… He
descubierto nuevos lugares, he salido en citas interesantes, alguno que otro ha
llegado a la tercera o cuarta cita. He tenido efímeros romances epistolares y
me he quedado temporalmente prendada de un gringo de acento venezolano. Y este
sábado algo se acomodó. Química, como tenía casi tres años que no sentía.
Una tripel, una sesión de circo (con
participación improvisada del que ahora podemos llamar “El Guapo”) y varios tragos
después, he vuelto a pasear por el parque tomada de la mano de un chico de ojos
multicolor. Y he vuelto a pasar un domingo enredada de unas piernas largas y
blancas. Y he vuelto a entender que el punto de todo es lanzarse al agua sólo
con una sonrisa, pocas expectativas y un gran par de tacones. Literal, yo no se mañana, pero hoy siento como si fuera domingo de gloria.
Y en conmemoración, les dejo aquí lo que viene siendo mi canción de ruptura (no temais! no es deprimente):
2 comentarios:
Aleluya! Se abrió la gloria (y tú). Temía por tu integridad literaria, pero es un gusto tenerte de regreso!
Wow, felicidades por tu resurrección! No es lo mismo llegar a los 30s soltero que quedarse soltero a los 30, y, es cierto, uno siente que el último tren se ha marchado y nunca nadie le hará el favor de querrerle, pero namas es cuestión de levantar la mirada y ver que, al final, no somos ni el primero ni el último en esas circunstancias (benditos sean!) y que soltero a los 30 puede ser sinónimo de diversión.
Saludos.
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