lunes, junio 13, 2011

Midnight in New York


Estos días han sido como de cuento, llenos de belleza. El Lincoln Center se ha convertido en mi lugar feliz. La he pasado entre conciertos y cosas lindas y buenos amigos. En la semana fui a ver al New York City Ballet, que cerró temporada con una de las coreografías fundamentales del ballet de nuestros tiempos. La sangría de la comida y las Joyas de Balanchine, en especial Rubies, me dejaron en ese ligero estupor que (los que me conocen saben que) me provoca ver bailar. La tarde era ligeramente calurosa. La tarde era simplemente perfecta. Al salir, Alejandra y yo compramos un helado y nos tendimos en la fuente del patio principal a ver las estrellas. Pasó no se cuánto tiempo hasta que nos vimos obligadas a flotar hacia nuestras casas.

El viernes salí de trabajar 15 minutos tarde y no logré alcanzar a Alejandra. Entré a la exposición sola, tratando de no distraerme con la belleza del Metropolitan Museum of Art. No había tiempo para detenerme a ver las esculturas griegas: tenía exactamente dos horas para ver las creaciones de McQueen. Esperaba ver una serie de maniquíes con ropa extraordinariamente bien hecha y alguno que otro atuendo locochón. Esperaba, sobre todo, ver los zapatos-pezuña y el ensemble verde-mosca que Lady Gaga usa en Bad Romance. Pero no estaba preparada para lo que vi. La exhibición es simple y pura magia. Los curadores merecen ovaciones de pie: la selección musical, la audioguía, la secuencia de salas, cada detalle es perfecto. Podría hacer una crónica sola de Savage Beauty, pero sería como correr en círculos. De todo, qué buena cosa nacer para crear y escandalizar conciencias y morir joven y convertirse en arte. Qué maravilla McQueen y su belleza salvaje.

Al salir me encontré con Alejandra y nos dirigimos a cenar con el señor del traje. Tras un par de cervezas y unos shots de tequila, decidimos hacer escala en París... o lo que Woody Allen entiende por París. Y yo, que apenas unos días antes había soñado con escaparme a Nunca Jamás con aquel muchacho maravilloso, no podía esperar. La película probablemente será una de mis favoritas por un buen tiempo. Los que saben probablemente disentirán. Dirán que no tiene nada de especial, que es sólo una sucesión de personajes históricos personificados por grandes actores. Pero yo la amé. Todo en ella me habla un poco al oído, los veinte y su decadencia elegantísima y Hemingway y Picasso y los Fitzgerald y Eliot y Paris a media noche. Salí con la firme intención de escaparme a la primera oportunidad que aparezca.

El fin de semana pasó rápido y feliz. Recibí una linda visita. Recorrimos una buena parte de Manhattan a pie, bajo una lluvia ligerita. Caminamos el Highline (moderno y majestuoso, elevado entre los edificios del West side). Visitamos el pasado irlandés y paseamos de regreso por el East Village. Pasé la tarde intoxicada entre amigos y personajes. Pasé la noche bailando un poco. Recibí una propuesta indecorosa que me incomodó. Y entonces entendí que hay equilibrios que se rompen más allá de toda reparación. El muchacho caribeño me dejó de gustar de golpe. Esa noche dormí como tenía muchos meses que no dormía. 

Desperté el domingo con el sol de mediodía. Desayunamos omelettes y panqueques de plátano a las 4 de la tarde. Emprendimos la excursión al pasado. Caminamos a Soho y subimos al tren N. Veintidós estaciones más tarde llegamos a Coney Island. El cielo era gris y los juegos como se ven en las películas. Paseamos el boardwalk con nuestras fedoras y nuestras instagram en la mano. Nos subimos a la rueda de la fortuna (swinger). Pensé en Sputnik mi amor. Pensé en México y lo mucho que me gustan los días nublados. Pensé en lo mucho que quiero a mis amigos (los de aquí y los de allá) y en lo afortunada que soy. Pensé en lo mucho que me gusta mi vida y en cómo las cosas se acomodan. Pensé en lo bonito que es París y lo mucho que amo Nueva York. Regresamos a Manhattan y nos metimos al cine con vino espumoso escondido en las bolsas. Cuando salimos era tiempo de cerrar el fin de semana.

Estos días han sido como sacados de un cuento. He caminado las calles de esta ciudad que me tiene más enamorada que nunca. He pasado tiempo con personas extraordinarias. He sido feliz y los días a venir vienen cargados con el dulce aroma de los veranos de la infancia: helados, amigos, parques, sol. Mentiría si dijera que me hace falta algo más que terminar mi ensayo y que Alejandra no se vaya. Mentiría si dijera que no soy feliz.

4 comentarios:

Marination dijo...

Qué padrísimo leerte taaaaan contenta y taaaan entretenida!!! He de confesar que tengo curiosidad sobre alguna confesión jajaja Disfruta los días de verano en NY que por acà ya te esperamos. bs

The Man in the Suit dijo...

Trés bien, mon chéri.

Anónimo dijo...

I see... Rhinoceros!

The Man in the Suit dijo...

I see Rhinoceros too!