Ay, mis queridísimos lectores. Ahora si se van a chutar una entrada con harta falta de ortografía. Les advierto de una vez porque estoy escribiendo de contrabando desde mi linda (y viejísima) computadora laboral y pues carecemos de acentos (mas que los que Word quiera corregir el solito). Y es que mi guapo jefe in nowhere to be seen. Y mi a mi jefa directa también se cayó del mundo. Y pues como que tener un documento de Word abierto me ayuda a disimular que no estoy hacienda nada. Digo, despues de dos horas de hacerme mensa frente a la pantalla y leer las columnas del dia y de comprar un aigrie acondicionado por internet y contestar correos y revisar mis calificaciones (ay nanita). Y esa lista, queridos lectores, básicamente resume las últimas dos semanas de mi existir. Me explico:
De un día para otro Nueva York decidió vestirse de señorita vacacionista. Todavía hace unos días uno tenía que salir a la calle como si fuera a haber una fusión nuclear en cualquier momento: botella de agua, cambio de zapatos, paraguas, impermeable, bufanda, botas de lluvia, flotis… Pero desde el lunes pasado esta ciudad tuvo a bien instalarse en el verano. Ya se puede ver a la gente (loca) tomando el sol en los parques. Uno ya puede salirse con la cartera y el celular y la bendición de Dios para no morir por un golpe de calor. Los restaurantes ya abrieron sus terrazas y nosotras corrimos a comprar tequila y margarita mix para abatir los bochornos que nos dan (pues es que son cosas propias de la edatz, qué le vamos a hacer?). Y, lo mejor de todo, mis vecinos dominicanos/puertorriqueños ya sacaron las mesas y las sillas a la calle y ya se pusieron a jugar dominó y a escuchar bachata. Que linda la cosa. Lo único malo es que mi dulce y jipi hogar neoyorquino carece de climatización artificial. Tal vez muera en lo que espero a que llegue el aparato que ordené y que me promete enfriar mi cuarto hasta 20 F por debajo de la temperatura ambiente. Sepa Dios cuanto sea eso. Esperemos que sea suficiente.
También son días de cambios y mudanzas. Estamos buscando nuevos roomates. Yo me mudare al cuarto de abajo y por fin tendré un closet de tamaño decente. Me emociona tener nuevos compañeritos y la posibilidad de que tengan amigos guapos y, sobre todo, in-ter-na-cio-na-les. También espero poder aplicar todo mi poder represor para que la casa se mantenga limpia, cosa que hasta ahora ha sido imposible. Al mismo tiempo, le hemos ayudado a Alejandra a hacer las maletas y a iniciar la paulatina huida. Me acordé de cuando yo tuve que hacer maletas y de todos mis amigos que estuvieron ahí para ayudar y hacerme entrar en razón (no, Di, solo necesitas 5 pares de jeans, el sexto seria una exageración). Y a cambio, recibieron amenidades (todo lo que ya no cupo en la maleta). En esta ocasión me tocaron un escritorio y un horno de microondas, a cambio de que mi media mitá se me vaya del país. Pues no me parece un trato justo, pero de lo perdido lo encontrado. Sé que le irá bien y que no será la última vez que vea a mi manita. Es solo que ya saben ustedes que no me gustan los cambios y menos cuando no dependen de mí.
Por lo demás, los días pasan tranquilos. Me siento en un leve paréntesis. El verano para mi realmente no ha comenzado. A pesar de haberme ido requetebién en dos de mis tres materias, el profesor de mi clase de State-Market se inconformo ante mi extensa exploración de la ola reformista en Latinoamérica y me pido que rehiciera mi ensayo. Y ya casi termino el maldito pendiente, pero hasta que no entregue eso de nueva cuenta no me sentiré de vacaciones. Y entonces estoy como en un limbo veraniego. Tengo días largos y perezosos, pero no me siento del todo cómoda pasándola bien. Una cosa bien molesta. En fin, espero esta semana terminar y entregarme a las cosas maravillosas que ofrece mi País de las Maravillas a cambio de este clima de pacotilla.
Así pues, mi querido par de lectores, el tiempo ha tomado un ligero sabor a mazapán. Estoy en medio de un impasse un tanto dulce, un tanto molesto. Muchos planes y cosas que hacer que me separan de ellos. Un boleto a México que, siendo sincera, no tengo intenciones de comprar. Y los días son cada vez más calurosos y, por ende, los hombres se ven cada vez más guapos. El muchacho aquel me sigue volviendo loca, pero me ha cansado y así cansada yo no puedo. He de aceptar que este chico algo me movió y aun no descifro qué fue. Me cambió el gusto o la manía o el punto del cuerpo de donde sale el deseo. Algo que no sé qué es. Ahora tengo ganas de bailar salsa… todo el tiempo. Pero aun así me terminó cansando. Algo debí haber aprendido en los últimos años en México. O tal vez se me quitó lo terca. Así que en el ínter, sigo en mi ardua tarea de colorear mi mapamundi personal. Las ultimas adiciones: Estados Unidos e Italia.
Música nueva tan pronto tenga acceso a una computadora decente. Mientras, el video de la que bien puede ser la cancion del verano (en Remix por Jamie, de los XX).
1 comentario:
...
sólo quería poner la imagen
Buen verano... doc
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