Debo confesar (como si no lo supieran ya) que nací con la moral disipada. Era sólo cuestión de tiempo para explotar ese potencial. Cuestión de tiempo y de distancia. Porque lo que pasa en Wonderland se queda acá (y, tal vez, en este blog, en su versión editada). Hoy puedo decir que he estado con mas de una decena de hombres. No son muchos ni pocos, sólo es un número que me reservo para el que pregunte directamente. Y es un número suficiente como para asegurar que tengo algo de conocedora. Algo en los años y en lo a gusto que me siento con quién soy ahora. Algo en ese número me ha vuelto un poco cabrona, un tanto exigente. Algo en ese número me permite hacer las siguientes declaraciones:
- El tamaño verdaderamente no importa. El mejor amante que he tenido ha sido también el más pequeño que yo haya visto jamás. Mejor sexo no he vuelto a tener.
- Queda descartada de manera empírica la hipótesis de la proporción entre manos, pies y dotación. Descartada.
- Los feos y los pequeños se esfuerzan mas y eso, a la larga, es muy buena cosa. Hay hombres guapos que se esfuerzan, no lo voy a negar. Hay hombres feos que no saben cómo navegar el barco, es cierto también. Pero es mi entender que los hombres más guapos son los que menos ganas le echan. De esos, sólo un puñado sale bien parado (pues la naturaleza, que le vamos a hacer?). En realidad ser buen amante tiene que ver tan poco con el físico. Es tan triste y glorioso a la vez.
- Solía pensar que lo único que se requería para una sesión legendaria era química y deseo. Creí por muchos años que si el chico me gustaba lo suficiente nada podía fallar. Tristemente eso ha dejado de aplicar. Maldita sea mi suerte.
- Al pasar de los años (y de los hombres) me he dado cuenta que las mujeres mienten tanto más de lo que quieren admitir. No han sido pocas las veces que, a los 5 minutos de empezar me han preguntado si ya voy a llegar. Me han preguntado si tengo algún problema porque a los 10 minutos no estoy gritando como si fuera misa bautista. No, chicos. Si no calentaron bien los motores, si no están haciendo bien su trabajo, si no están haciendo sentir a la chica como que es el mejor pedazo de carne que se han echado jamás (sea cierto o no) no vamos a llegar. Punto. Es regla general. Siento decírselos, pero las mujeres fingen y mucho.
- Me he dado cuenta que finjo más de lo que quisiera. Yo finjo porque me enfada estar explicando, por que estoy cansada o porque simplemente se que no voy a llegar. Finjo, a veces, por que si me corro, me enamoro. Finjo, por lo general, porque encuentro un cierto placer extraño en verlos disfrutar. Me da cierto poder.
- Llegué a la edad donde el pisa y corre ya no es la opción. No es cosa de romance, pero desde mis viernes en la ciudad de México, el sexo por el sexo ya no sabe bien. Ahora requiero un vino y una larga charla sobre Vampire Weekend y Philip Glass y Karl Lagerfeld y Murakami y la política internacional. O requiero de una noche bailando y tomando capirinhas. O requiero del Lincoln Center o de una buena cena o de algo. O requiero una sesión maratónica de besos, al menos. El sexo por encargo ya no es lo mio. Creo que nunca lo ha sido.
- Algo si debo agradecer a Nueva York. Ser despertada por un hombre que quiere tenerte de madrugada es otra cosa. Una cosa dulce y fantástica. Ser avisada, en pleno acto, de que será una despertada de madrugada para hacer exactamente lo que se está haciendo es el mejor truco que me han hecho en años.
- No hay que subestimar el poder que tiene hacer reír a una mujer. Coger (a menos que sea por obligación marital, Dios guarde la hora) debe ser divertido y emocionante y la pura idea lo debe poner nervioso a uno. Si no, no tiene chiste.
- He cambiado mis preferencias. Ahora me gusta que me abracen un poco durante el post-coitum felix. Creo que ahora una de las peores cosas que me pueden hacer es irse a los 2 minutos de terminar. Creo que me estoy haciendo viejita.
En los últimos meses ha habido sólo un hombre que me ha ha hecho las cosas como Dios manda. No se si fueron las risas o la sorpresa de cómo pasó todo o los besos en la espalda o el acento. No se si fue que me gustó desde que lo ví. Simplemente sabe hacer las cosas como se deben y hoy veo que va a ser difícil superar ese par de noches. Buena y mala cosa al mismo tiempo. Buena y mala cosa esta vida que llevo. Mis estándares son cada vez más altos y creo que mi País de las Maravillas me está malcriando demasiado. Creo que cada vez estoy mas a gusto con quién soy y cada vez se mejor que quiero. Creo que, ahora sí, me urge un amante de fijo.
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