Fue una de esas cosas que sólo pasan una vez en la vida: cuatro amigas en la Gran Manzana. Tuvieron que pasar diez años de amistad, muchos trámites, unas cuantas lágrimas y mi huída del país para que el Muégano me siguiera hasta mi País de las Maravillas. Y vaya que todo eso valió la pena.
Hubo de todo. Muchas (muchísimas) cuadras de caminata, Soho y Times Square y mi amada East Village. Un par de museos, un par de días de Turibus, varios bares y una lista interminable de restaurantes, algunos amigos nuevos, unas tardes lluviosas y algunos días soleados. Muchas compras, un poco de frío, lluvia intermitente. Mucho viento. Pies turbo/intensidad/estrés (cómo culparlas? Nueva York es infinito) Un encuentro. Un nuevo apodo (pregúntenle a FedEx), dolor de pies, una foto fallida, unas cuantas horas en el Karaoke. Martinis de manzana en Beauty Bar. Tragos gratis (de acuerdo con la tradición). Un señor serbio. Uno italiano. Sueño en el bar. Unos mojitos de lychee y cuatro malteadas con Vodka. Días y días en las tiendas. Comida brasileña y mas de una capirihna. Sábado y domingo de Central Park. Un buen sábado y un gran domingo. Un poco de salsa, dos merengues, cumbia y Lady Gaga. Muchas ganas de un beso (debo confesar que me puse un poco malita de mi lujuria). Una cantimplora llena de whisky y una ligera borrachera en Chicago. Las luces de Wonderland, vistas desde la punta de la montaña.
Ocho pies adoloridos volvieron a compartir risas e historias y confidencias. Como antaño. Como cuando nos reuníamos en la casa de Taxqueña (y, por alguna razón, siempre salíamos pedas). Como las navidades en Portales. Como las noches de papelitos. Como cada 25 de enero (con todo y el disfraz reglamentario). Como en la boda de nuestra pareja amiga y como el diciembre del 2010. Como aquel abril en el que nos dimos cuenta que los años pasan y que ya no somos las mismas, que hemos caminado caminos distintos y hemos cambiado de peinados, de talla, de amantes, de residencia. Que ahora cada una tiene una personalidad distinta y distintas preocupaciones y diferentes alegrías. Que hombres han ido y venido y corazones se han roto y han sanado y así seguirá siendo. Y, que a pesar de los años y la distancia, seguimos ahí, con presencia constante, en su justa medida. Porque tuvimos suerte y encontramos una gran familia, del tipo que se elige, del tipo que te hace feliz.
Y, buena cosa, desde ahora Nueva York siempre sabrá a whisky en las rocas y a cuatro cachitos de Muégano.
1 comentario:
Pero con todo y dolor de pies, lluvia que se veía casi interminable, frío congelante y demás "factores adversos" fue un GRAN viaje, GRAN compañia, GRANDES nuevos amigos... Gracias a ti, amigûita del alma por darnos el pretexto idóneo, gracias por tanto paseo, por tantas risas y por los consejos... solo por eso TU eres EPETACULAR.
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