lunes, marzo 14, 2011

Stuck


Se que no he escrito. Se que falto a mi auto promesa de disciplina. Se que he estado ocupada y que la ciudad y la vida aquí consumen la mayor parte de mi tiempo. Pero, en realidad, sólo son excusas. Estoy atorada. No se qué decir ni cómo decirlo. Por eso no he escrito. 

Podría decir que las cosas marchan. Marchan bien. La escuela este semestre me entretiene más (amo mis clases, a mis profesores y mis lecturas). Ahora trabajo un par de días a la semana en un proyecto y en un lugar que me tienen fascinada. Y, bueno, ver al Dios hecho hombre de mi jefe (y escucharlo tratar de discutir Presunto Culpable conmigo, en español) es una delicia. Me explotan (y no me pagan), eso si. Duermo horas razonables pero el tiempo ahora es un recurso escaso. 

O podría platicarles que en San Francisco me fue bien. Aprendí un par de cosas, conocí a un par de buenas personas. Pero, sobre todo, la pequeña escapada me ayudó a recordar lo lindos que son los viajes y lo bien que me hace viajar sola. Disfruté muchísimo esos tres días sin compañía y el domingo sin agenda. Comí calamares parada en el muelle (Heiniken en bolsita de papel, como se debe). Compré un bollo de sour-dough en la fabrica original. Caminé y caminé y caminé. Encontré el barrio chino (me compré un te) y el Distrito de Castro (el barrio gay mas grande de America). Me subí al tranvía y compré chocolates en la fabrica de Ghiradelli. Fueron un buen viaje y un excelente domingo. 

Podría, tal vez, confesar que, al regreso, me he tomado un par de días: me he volado una clase y me he rehusado a hacer tarea de la otra. No se por qué, pero sentí esta imperiosa necesidad de suspender el tiempo. Retribuiré la falta fácilmente. Nada grave. Y de lo de parar el tiempo? Sólo me gustaría que los días pasaran mas lento. Especialmente los días lluviosos que me recuerdan a mi Ciudad de México. Y sin embargo, la primavera ya amenaza con llegar: los tulipanes ya crecen en el parque del barrio. Ya puede uno salir a la calle con una linda chamarra de piel, en lugar de los sacos-de-dormir hechos chamarras. El tiempo no se detiene. No se a ciencia cierta qué tan buena o mala cosa sea.

O podría escribir sobre Don Francés, que sigue viajando y trabajando largas horas. O que me he aburrido y mejor me he curado las penas con un español. Un madrileño que no bebe ni tampoco baila mucho, pero que me tuvo muerta de la risa hasta las 7 de la mañana. Fue una de "esas noches que sólo pasan en NY". El chico tenía jetlag así que después de gastar energías... dos veces... nos pusimos a ver Last Tango in Paris (bendito NetFlix). Cuando se fue estaba lloviendo. Linda la lluvia, desde mi ventana neoyorkina.

Y podría contarles sobre la semana de festejos de Alejandra, que ha tenido a bien cumplir años justo en la semana de Spring Break. Y que su festejo mayor fue en Casa Mezcal (un pedacito de mis tardes chilangas en pleno Lower East). Varias cosas pasaron: el pastel que llevó Feibian estaba delicioso. A mi me tomó exactamente 8 mezcales y 7 pacíficos por fin caer en una ligera ebriedad ahumada. Fueron todos, HighSchool Musical incluido, Venganza incluida, Franceses, turcos, chinitas, Apus... todos estaban ahí (menos Jennu, que nos abandono maloramente). Para mi sorpresa, el mundo no implotó... aunque si hubo un incidente con un cepillo de dientes. Buena la fiesta. Y bueno el brunch al otro día y el cine dominguero y el te por la tarde. Buena cosa que Alejandra tuvo a bien cumplir años.

O también podría escribir un poco sobre la nostalgia que me ha pegado en las últimas semanas. Entre la lluvia y que ahora trabajo los viernes me han venido todos los recuerdos de golpe. Recuerdos de viernes felices que ahora se ven tan lejos. Y de las comidas en casa Nenito con tortillas azules y postre traído por Mariano. Y de las fiestas en el Imperial y los sábados perfectos y las escapadas al Asha y los jueves  y los conciertos y todo, todo lo demás. Pero es una nostalgia distinta: no es extrañar, es alegrarse por el suceso. Una dulce y suave tristeza por la distancia (y, sobre todo, el tiempo) que ahora me separa de esos  días y esas horas. Y la suave certeza de que el tiempo no se detiene y los cupcakes tienen demasiadas calorías. 

Y así me han pasado los días y no he sabido, bien a bien, cómo escribir al respecto. Entre risas contundentes y ligera ebriedad y pequeñas compras y grandes comidas. Y mucho trabajo y kilómetros recorridos (a veces en una banda estática, a veces en tacones). Y yo estoy bien... dulcemente atorada. 

1 comentario:

Anónimo dijo...

Murder by toothbrush y apus que pierden la dignidad, la cartera y los calzones como Paulette,.. jajaja gran semana cumpleañera. Gracias por ser parte de ella, manita, te quiero!