Ya sabemos todos que el otoño en Nueva York me enamoró. Y ese enamoramiento me vino de sorpresa. A pesar de que hay una película hollywoodense con ese nombre y Richard Gere se ve guapérrimo con sus canitas y sus abrigos y Winona hace sombrerillos curiosos, la verdad es que la maravilla que es Manhattan en otoño es un secreto que a penas se logra filtrar de vez en cuando. O igual y yo no había puesto mucha atención al asunto hasta que llegué aquí (no me sorprendería).
El punto es que, a diferencia de la estación dorada, las imágenes de Nueva York cubierto de blanco son ampliamente conocidas. De esto tiene la culpa la navidad y el arbolote de Rockefeller Center y las pistas de hielo y los aparadores de Macy's y la bola de ridículos que cantan villancicos vestidos dizque de época.... Pero, qué pasa cuando la Gran Manzana se quita el sombrerito de santoclós y se dispone a subir la (congelada) cuesta de enero? Aquí mis impresiones:
1. No hay sentido alguno en esforzarse por comprar ropa invernal bonita. Toooodo mundo parece retrato dándole vuelta a los únicos dos abrigos que posee que pueden aguantar las temperaturas de -10 (windchill -15). A lo mucho, el toque de distinción se lo dan las bufandas, los guantes y los sombreros/ orejeras.
2. La bota, he descubierto, es la parte de la indumentaria invernal más importante: vale la pena gastar unos buenos dólares en un par que sea estéticamente decente, calientitas, cómodas y, sobre todo, impermeables y antiderrapantes. Y, como en el verano, me he encontrado fascinada observando la gran variedad del calzado estacional neoyorquino. Todos portan un par que bien delata su personalidad (y su presupuesto). El rango va desde la bota hipster-minera-con peluchito hasta las botas estilo hípicas de Burberry (babeo).
3. Aprender a leer el pronostico del clima es todo un arte. Cuando uno empieza a aprender que si la nieve, que si el agua nieve que si el windchill... Aparece un signito amenazante (sobre la típica nubecita nevada) que parece un termómetro congelado (y uno pone cara de angustia). Resulta que eso indica helada (que no nevada ni agua nieve). Y eso que implica para mi seguridad personal? Termometrito congelado= te vas a caer en la calle.
4. El punto 1, claro, no aplica a las asiáticas. Ellas siguen saliendo a la calle con mini shortcitos conservando, en un acto supra humano, su dignidad y clase. Nomas que ahora se ponen unas lindas mallas de lana. Y, claro, lo que viene siendo la bota. También tienen ese superpoder de encontrar lindas orejeras o sombreros peculiares de quién sabe dónde chingados...
5. Si usted ha tenido la fortuna de vivir en algún lugar invernal (Canadá, por ejemplo) no se crea dueño del conocimiento sobre el invierno neoyorquino: aquí uno debe caminar pa todos lados, los trenes no son anti-clima y suspenden operaciones a la menor provocación... Los taxis te cobran snow-surcharge (los cabrones) y la ciudad, epítome del desmadre, no tiene estrategia alguna para manejar las cantidades industriales de nieve que caen. O bueno, si: la estrategia es dejarla sobre las aceras para que uno se caiga o haga ejercicio al tratar de no caerse o para sacar de ahí el agua potable o vaya uno a saber... El punto es que las montañas de nieve se vuelven parte del mobiliario urbano. Lovely.
6. La moda canina es algo que hay que admirar. Bola de dueños que atavían ridículamente a sus canes con chamarritas, gorritos y ¿Por qué no? Bo-ti-tas. Y el pobre perro con cara de "plis quil mi"... Y el dueño pseudo hippie (que no hipster) con orgullosa cara de "Iren qué bien trato a mi chinese-highland-terrier-retriever de los andes" (una especie de perro-ratita).
La verdad es que sólo me quejo por quejarme. El invierno en Nueva York es igualmente intoxicante y tiene un encanto difícil de describir. Para empezar, si la cosa se pone super gandalla, suspenden clases y uno se siente como en puente (claramente nadie se queda en casa guareciéndose de las inclemencias del tiempo). Los edificios son aun mas lindos cuando el derredor es blanco, el chocolate caliente es un lujo que no se puede resistir, y la moda invernal es igualmente fascinante. Y, como neoyorquino novato, cada que caen unos cuantos copos de nieve, uno no puede evitar poner a la gran Ella y cantar "let it snow, let it snow, let it snow".
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2 comentarios:
jajaja No te imagino luchando contra los copos de nieve jajaa...en cambio, si te imagino guarecida en algún bar...
Me da retiharto gusto que disfrutes tanto tu "estadía" en el Niuyol!!!
Te mando besos y unos cuantos apapachos para aquéllo del inche frío que ha de hacer... :)
Verdad de dios eso del invierno neoyorquino... yo me escapé un mes, pero los extrañé harto.
Pa cuando echamos la fiesta? Invito unos piscos! O un guarito! jajaja
Un saludo chica (y donde jijos dice acá si me saqué el premio del poster 10,000??)
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