Por fin he tenido tiempo para ver la temporada final de Queer as Folk (después de como 5 años que salió del aire). Me quedan dos capítulos y, aunque se bien cómo va la historia, se que voy a sentir feíto con los créditos finales. Siempre he sido pésima con las despedidas (y, en uno de mis característicos rasgos irracionales, tiendo a prolongarlas más allá de toda justificación). Queer as Folk marcó una etapa importante en mi vida, me vio comprometerme y preocuparme por temas que no necesariamente agradan a todos. Me dio horas y horas de plática con mi (entonces "sólo amigo") prometido en matrimonio. Musicalizó los 4,500 millones de pliés en las clases de Argel. Y, claro, me dio uno de los mejores personajes que yo he visto en televisión: el Über Dios Brian Kinney. Siempre estará en mi corazón, pero es tiempo ya de terminar los capítulos y despedirme.
Así, me va a tocar despedirme oooootra vez en una semana. Con un poco de felicidad por lo que viene y un poco de pesar por lo que no me puedo llevar y la consigna de dejar aquí lo que debí haber dejado en agosto y con la esperanza de recibir muchas visitas. A decir verdad, no se si pasar todo un mes en México me haya hecho mucho bien o mucho mal. Me ha dado un gusto enorme ver a todos, pasar tiempo en mi casa, comer todo lo comible y fumar todo lo fumable. No se si mis padres me extrañarán más o menos ahora. Y se que las cosas han cambiado y seguirán cambiando y todos continuarán con sus vidas con o sin mi presencia. Y desconozco cuándo volveré y la verdad es que no importa mucho: aquí todo parece marchar. Y mientras tanto, yo me iré a buscar una buena internship y a aprender salsa on-2 y a investigar cómo es que he podido ser tan feliz, teniendo el corazón tan roto...
No hay comentarios:
Publicar un comentario