Podría aprovechar la ocasión partia para comentar el extraño fenómeno de la identidad nacional de los expatriados (temporales o permanentes). Y cierto es que ahora que ando de migrante, he encontrado una solidaridad y cierto aire de orgullo que no había sentido cuando vivía en mi país. Pero no, no pienso hablar por el momento de los tragos gratis por parte de los paisanos que atienden mis bares de confianza, ni de la cara de orgullo que me sale cuando hablo de mi segunda ciudad favorita en el mundo mundial (mi amada Chilangolandia)...
Quiero aprovechar la temática bicentenaria, con todo y la estatuotota de Stalin (el Coloso, que le llamaron) para dar un par de notas sobre mi propio proceso de emancipación. Y es que no fue sino hasta mis veintitantos (mas cercanos de los treinta que de otra cosa) que tuve a bien salirme de casa de mami y papi y echarme a volar sola. Y ciertamente no fue una decisión consiente... más bien el tornado de mi instinto de la fuga perpetua y un poco de curiosidad intelectual me trajo hasta a estos lares. Y cuando digo sola me refiero no sólo a que ya no vivo en "mi casa", sino que yo me pago mi colegiatura, mi renta, mis chuchulucos, mis botas de Payless (by Christian Syriano) y mis clases de "EatPrayLove Yoga". Claro que en cierto sentido no me han quitado las rueditas de entrenamiento, pero de algo ha de valer el proceso y las becas y los miles y miles de pesos que le he de deber al Fiderh en unos meses.
Y también de algo ha de servir el poco glamour del que he hecho gala en el ínter. Así que aquí mis hallazgos, a un mes de vivir sola, por primera vez en mi vida:
- Esto ya lo había aprendido en Canadá, pero bien sirve el recordatorio: cuando uno va al súper debe tomar en cuenta cuánto pueden cargar sus manitas y bracitos. Simplemente NO es humanamente posible cargar con el galón de leche, el de jugo, el de cloro, las latas de coca-lai, la papaya entera y dos kilos de manzanas verdes... todo al mismo tiempo. Incluso si uno toma taxi. He descubierto que ir a "hacer el mandado" sin auto suele poner a prueba la tolerancia a la frustración de cualquiera. Por lo pronto, ya me compré un carrito de señora fodonga. Si me encuentro el delantal que haga juego, tendré el kit completo.
- Si uno no cuenta con lavadora de ropa en casa, se recomienda investigar cómo coños se paga el auto-servicio. Ahí está Diana, siguiendo las enseñanzas de su madre (quien divide la ropa en seis grupos distintos y completamente definidos), poniendo cantidades industriales de pre-lavador mas Oxiclean mas bicarbonato (remedio de la abuela, dicen), remojando todo y poniéndolo bajo el sereno por exactamente dos horas y media para "blancos de Luna"... Y sin una sola moneda para poner a funcionar la maquinita!! Literal, me dieron ganas de talonear por 5 dólares en cambio... Desde entonces, compro chicles con billetes de 20 y le pido cambio a todo el que de deje para "juntar" pa mis lavadas.
- Se cocinar y nadie lo puede negar. Mi madre me entrenó bien y, a parte, tengo un ligero instinto gourmet y algunas nociones de repostería... Pero una cosa es cocinar por gusto y otra cosa es tener que lavar los trastes después de hacerlo. Extraño tener ayuda!! Extraño tanto, que mejor fui y me inscribí en el plan de comidas de la cafetería de la escuela. Ahora, por 5 dlls y centavos recibo pollo Punjab con arroz jasmin o stir fry Teriyaky o hamburguesa vegan o pizza recién hecha. Después de todo, es Nueva York... Por lo demás, mi dieta sigue basándose en quesadillas, yoghurt, uvas y barritas. Y, claro, en las calles de esta ciudad, uno no pasa un día sin comprar algo delicioso, exótico y re engordante de comer.
- Contrario a los pronósticos de varios, no me he perdido severamente. Mi brújula comienza a funcionar como si fuera yo una persona medianamente normal. Ahora se dónde esta el norte, el este y el Macy's. También se cómo llegar al Sephora mas cercano y por cuál salida del metro salir si quiero pasar por unos dumplings. Si, Google Maps son mis amigos, pero también lo son en Empire State y el Chrysler que generalmente me señalan si debo caminar para arriba o para abajo.
Y así han pasado los días después del tornado: aprendiendo sobre Platón y el método comparado, a lavar negros y jeans por separado, a juntar cupones y monedas de 25 centavos, a hacer el súper en términos de estricta prioridad y la técnica del American Tango (resulta que se baila en L y no en caja, como el argentino). Tal vez no he emprendido realmente el vuelo, pero ciertamente todos los días aprendo una cosa o dos sobre el arte de caminar mi propio camino amarillo.
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1 comentario:
Me gusta. Si alguna vez vivo solo, te pediré consejos y así.
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