He pasado siete días en otro lado. He vuelto inmersa en un ligero estupor ansioso. Un estupor directamente relacionado con el temor curioso, el asombro y el enamoramiento. He amanecido enamorada. Me enamoré de lo que viene y de lo que dejaré y de todo eso que camina en el medio. Me enamoré de la voz, del sabor y la empatía y de cómo una mirada tiene el poder de llenarle a uno de un ansia estuporosa.
Siete días bastaron para sacarme un poco de mi periodo azul. O, por lo menos, de convencerme que me sienta mejor el granate que el celeste. Y siete días fueron suficientes para encontrar algo de lo extraviado: entendí que portarse mal generalmente sale bien (pero sólo generalmente) y que la piel no miente y uno no la puede (o debe) obligar. Y que un beso no es un beso si no hay sobresalto involuntario. Que las parejas amigas si existen y no eran un pigmento de la imaginación de Nilbio. Y que sigo reprobando todo lo que envuelve al matrimonio y, aún así, me viene bien una boda en noviembre. Y que me viene aún mejor saturar los días de delicias momentáneas que llenarlos de nostalgia adelantada.
Siete días han bastado para aceptar que, una década a cuestas, aún me pongo nerviosa cuando me encuentro con … y que quiero ese viaje y que debí haber ido al festejo del primo. Entendí que me ha dejado de intrigar un conocido y me ha intrigado un extraño. Siete días llenos de berrinches y mezcal y amigos y días perfectos y bombones envueltos en chocolate. Siete días soleados, en marzo y no en junio.
He pasado siete días en otro lado. He vuelto. Venga junio, pues.
1 comentario:
Eres mi bombón cubierto de chocolate en un día perfecto, what will you be in a year from now? will you be my crunchy bagel in a park's bench?
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