jueves, abril 08, 2010

Amor en tiempos de intolerancia

No. No voy a hablar de mis jotitas adoradas ni de cómo hoy se presentó el primer caso de una pareja gay tratando de darse de alta en el IMSS como cónyuges (fueron amablemente enviados a chingar a su madre, claro está). Todo está mal, ya lo sabemos. Pero en estos días no me soporto ni yo misma. No soporto nada ni a nadie. Bueno, exagero. Soporto como 15 minutos de Rodrigo Santoro, media hora de The XX y hora y cuarto de Buenos Días Santa Fe. No soporto nada, ni siquiera las quejas (y cuantimenos a la gente quejumbrosa y malhumorada). Por eso, aunque ando de intolerante, soy un poquito congruente y mejor sonrío, me burlo, uso twitter para sacar mi acidez y sigo haciendo las mismas bromas tontas y comentarios políticamente incorrectos de siempre. Y es que total, ya me voy. Y sobre eso, nada importa realmente.

Nada importa. En serio. Ni la porquería que se programa en Alfa radio, ni las horas de programas especiales (sin cortes comerciales) sobre el caso “polet”, ni la cara de pendejo del procurador vas-vas, ni que mi perro prefiera ver la tele que saludarme. No importa que debo comer ensalada porque he retomado la dieta ni que odio casi todas las verduras. Ni tampoco que haya hombres “experimentados” por la vida creyendo que son buenos en la cama. O que llueve y sale el sol y hace calor y por eso no duermo. Y que no duermo por el maldito horario de verano y por que las altas rentas en niuyol me quitan el sueño. O que hasta Manhattan parece aburrido en la nueva temporada de Gossip Girl. O que así, sin más, acepté la oferta de NYU. Sin trámites ni confetti ni grandes anuncios.

No importa nada, pero igual estoy insoportable e intolerante. Me molesta la gente que se queja todo el tiempo (no la gente que se queja y hace bromas y es amargadamente genial, esa la tolero un poco). Me molesta la mediocridad y la gente que no lee y que no tiene nada más que hablar que del trabajo y de hombres o mujeres “y así”. Me molestan los hombres choreros. No necesito escuchar un “me das tu teléfono?” más. Me molestan mis compañeros de trabajo, todos pegando estampitas en su álbum Panini del mundial. Me vuelve loca no saber quién chingados es el chicharito o cómo va la nueva rola del potrillo. Tampoco me gusta que casi nadie sepa qué es Hot Chip. En qué momento me salí del mundo, carajo?

Y, al fin, sigo aquí con todas sus implicaciones y las barreras y las precauciones. Por eso sigo llegando temprano a casa, o al menos lo sigo intentando. Y por estoy molesta y harta de aguantarme las ganas de llorar (si es que llegan), o de pasar el día en cama o de comer lo que se me dé la gana. De pensar estratégicamente, de planear, de prever. Eso y el no poder decir lo que pienso y lo que siento. Por prudencia, o por miedo, por todo lo demás. Tal vez, en un arranque de locura y maldad empiece a decirle las cosas a la gente. Tal vez se quemen muchos puentes. Tal vez me haga bien. Tal vez sea una locura.

Pero como aun conservo un poco de cordura y civilidad, mejor conservo la calma. Mejor me desintoxico. Ya no estoy para andar cargando con maletas pesadas. Descargo mi ira, me limpio, hago catarsis cada tanto. Es hora de depurar y aplicar el onfolou, que le llaman. He comenzado a hacer limpieza, poco a poco, de cajones y estantes, de twitter, de mi música, de mis contactos en la agenda, en Messenger y en Facebook. He decidido cargar con puros amigos que digan en su status otra cosa que “A Cholita le faltan dos ladrillos para completar su villa”. No, neta… eso de jugar cosas piteras en Facebook y publicar sus resultados está igual de mal que poner “comí helado” en Twitter. Desde ahora, pura gente que quiero y que me quiere. A las maletas se va sólo lo indispensable (37 pares de zapatos son suficientes). No necesito 80 GB de música, ni 200 contactos electrónicos. Si no lo quieres, lo usas o te sirve, tíralo... ya lo dijo Dr. Phil.

No llego, sin embargo, al minimalismo emocional. De por sí soy bitchy y fría y medio mala persona. No. En la intolerancia conservo aún mi hambre de todo y mis afectos irracionales. Hay cosas de las que uno no debe deshacerse, por imprácticas que sean. De eso, las lluvias suaves, los sábados perfectos, las fotos de antaño. Vienen conmigo los meses de tundra, la regola del amicco, el olor de papá, las parejas amigas. El año de Bourbon, el disco de Bosé, los jueves de manos frías. La década de espera y el lenguaje secreto. Los recuerdos y las dulces certezas me las llevo junto a los stilettos.

Traigo dulces en la bolsa, pero no puedo negar que me ha entrado el espíritu suicida. Inconscientemente he comenzado a llevar las cosas al límite. Hago travesuras, lloro, pataleo y hago berrinche a la menor provocación. A veces es genuino, generalmente es por el puro placer. Me ha dado por aventar el biberón y todo lo demás desde el tercer piso. Lo que se rompa, ahí se queda. Ni hablar, de los días soleados regresé más sombría que nunca. Me gusta.

4 comentarios:

Unknown dijo...

Lo sabía!!!! Que traías alguito!!! ante eso lo único que queda es callar (por ahí dicen que calladita me veo más bonita).

Te mando un beso.. Te quieduuuuuuuuuuuuuuuuu

Hannibal dijo...

A mí también me gusta

...

Un fulano dijo...

solo diré #furiadetitanes!!!!!!! jajaja ya viene la tercera edición, prometo evitar las pijamas de abuelita y no llevarte a donde te puedas echar la comida sobre la blusa y la mano entera :D, solo no me intoleres (lo que viene a pasar a ser q aunq no quieras me tengas lo que le llaman la paciencia) por favooooooooooor.

PD: Uno como quiera, pero ellos son criaturitas

sjleyg dijo...

breathe in...breathe out...breath in...breathe out...
haga esto 16 veces, respirando dentro de una bolsa de estraza (ese es siempre el consejo del Dr. Ley)