Dios sabe que no creo en la igualdad, como no creo en el matrimonio. Sin embargo, hoy tengo motivos para amanecer con un poco menos de desesperanza. Hoy amanezco orgullosa, emocionada y, a decir verdad, un poco incrédula. A partir de hoy, en la ciudad de mis amores, todos podemos contraer matrimonio. Todos.
No. Esto no es un milagro ni un destello de bondad de los legisladores locales. Dudo muchísimo que la mayoría de los asambleístas que votaron a favor de las bodas gay en el DF tengan sólo buenas intenciones o hayan sido fieles a su ideología de "izquierda" (whatever that means). No importa. A partir de hoy, todos podemos contraer matrimonio en esta ciudad.
No creo en el matrimonio ni en el futuro del país ni en muchas otras cosas. Ni creo que esta nueva regulación quite lo malo del mundo: seguirá habiendo padres pederastas, seguirán existiendo maridos abusivos y padres que no merecen ser padres... y el país (y, sobre todo, la sociedad civil) seguirá embrutecido, desidioso, alcoholizado. No creo que eso cambie en mucho tiempo. En lo que sí creo es que todas aquellas personas valientes que han vivido fuera del clóset y con la frente alineada con el horizonte durante años difíciles cargan, desde hoy, un par de gramos menos sobre la espalda. Eso no puede más que llenarme de felicidad y un poco de fe.
Ahora mi marido (y X y muchas otras grandes personas cerca de mi corazón) tiene exactamente el mismo derecho de ir y prometer y tratar de cumplir cosas incumplibles. Ahora tiene el mismo derecho de supeditar sus sueños y sus horas y sus posibilidades a otra persona. Eso es de celebrarse. En mi familia, ahora, habrá doble pastel y doble bailongo y... Seguramente doble divorcio.
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2 comentarios:
No olvides la doble pensión que le sacaremos a nuestros respectivos ricos maridos pa mantenernos y a nuestros ricos (en el otro sentido) amantes!!!!
Q felicidad, ora ayúdame a encontrar a un desprevenido!
Kiss kiss
Me gustó más la entrada del otoño...
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