Se sabe de mi emoción anormal en torno a todo onomástico que se me cruza enfrente. En mi familia es así. No hay ocasión más feliz o que merezca más celebración que un cumpleaños (y es que en estos días, sobrevivir un año con moderada gracia tiene su mérito). Cierto es que me fascina conmemorar mi propio nacimiento con grandes fiestas temáticas. Cierto es también que me gusta cumplir años porque ese día me doy licencia de creer que el mundo gira sobre mi eje (y, por lo tanto, de obligar a todo el que se deje a comer comida India y apegarse a los raros temas de mis pachangas).
Pero, a decir verdad, me gusta celebrar el nacimiento de cualquier persona a la que quiero. En mi mente no cabe el término "no me gusta celebrar mi cumpleaños". Encuentro un placer exquisito e inexplicable en comprar EL regalo perfecto, en organizar LA fiesta inolvidable, sea o no el deseo del festejado. Puede, incluso, que me emocione más celebrar el cumpleaños de alguien más que el mío propio.
Será, tal vez, por eso que este año he sido cuestionada en múltiples ocasiones sobre mis preferencias obsequiales. Años y años de celebraciones obligadas terminaron por retribuir un poco el gesto. Pero, a decir verdad, nunca he sabido responder a preguntas de ese tenor. ¿Qué qué quiero de cumpleaños? No lo sé. O bueno sí, pero no es algo que pueda (o quiera, o me atreva) pedirle a nadie...
Quiero que desaparezcan los tuits que avisan dónde está el alcoholímetro. Quiero un vestido Narcizo Rodríguez. Quiero el perfume perfecto. Quiero que los medios dejen de utilizar el chantaje para levantar conciencias. Quiero que Facebook prohiba los status estúpidos y que a nadie le interesan. Quiero tiempo para leer Le Monde (quiero entenderle a Le Monde). Quiero más tiempo para leer Vouge y Algarabía. Quiero tarjetas de iTunes. Muchas tarjetas iTunes. Muchas, muchas, tarjetas iTunes.
Quiero volver a ver al Peter. Quiero volver a ver a mi abuelo. Quiero volver el tiempo y borrar un par de días. Quiero volver el tiempo y quedarme en ESE fin de semana por, al menos, unas 240 horas. Quiero una bolsa Gucci y unos tacones Louboutin. Quiero un liguero de La Perla y unas medias de seda compradas en esa tiendita de Les Halles. Quiero recordar dónde dejé mi vela de soya. Quiero que me devuelvan mi body paint de chocolate. Quiero quedarme a vivir en Lomas Verdes, un par de meses y luego mudarme a Nueva York y no volver jamás. Quiero no volver jamás. Quiero querer no volver jamás.
Quiero que, por generación espontánea, exista la izquierda en México. Quiero que mi marido pueda adoptar y casarse y caminar de la mano de su pareja sin que nadie sienta rabia. Quiero una beca o dos o tres. Quiero una carta con un sello violeta y buenas noticias. Quiero una maleta, para llenarla de buenas noticias. Quiero estar segura de que mi padre no llorará con las buenas noticias. Quiero que el Merengón no engorde (ni las quesadillas ni los Agnolotti). Quiero que inventen el vino tinto light. Quiero deshacerme del mal hábito que tengo de fingir orgasmos.
Quiero un piropo (quiero un piropo de él). Quiero que nunca, nunca más se haga una película del Holocausto. Quiero que me dejen de gustar las nuevas canciones de Shakira. Quiero que desaparezcan el Partido Verde, el futbol nacional, el programa Hoy y los comerciales de medicamento para las hemorroides. Quiero que Buenos Días Santa Fe dure 3 horas y que regrese La Taquilla, con sus integrantes originales. Quiero que quiten las áreas de no fumar y las sustituyan por áreas libres de niños y pendejos.
Quiero ir a un concierto de Jamie Cullum. Y a uno de The XX. Y a uno de Bosé. Quiero ver Chicago, en Brodway y con Bianca Marroquín. Quiero ver Jewels, de Balanchine, con el ABT. Quiero a Olivier Martínez para ir a cenar. Quiero a Joaquín Cortés para ir a bailar. Quiero un Nureyev de peluche y todos los libros de Anaïs Nin en sus idiomas originales. Quiero que ya no se mueran de hambre los osos panda. Quiero que me condonen la deuda de la tenencia.
Quiero ir a Praga y a Lisboa y a Buenos Aires. Quiero un acostón de antología. Quiero que, al menos, me lean otras 1o personas. Quiero que todos mis amigos vengan a mi fiesta de cumpleaños.
Quiero ser budista y ya no querer cosas...
7 comentarios:
Yo, por lo pronto, te leo. Aunque rara vez comento.
srita yo solo quiero comentarle, que por desgracia no todo se puede tener en esta vida, uno siempre tiene que luchar por las cosas que desea, ya que si las cosas no fueran asi, la vida seria demasiado facil y no tendriamos por que luchar y por lo tanto no existiria un proposito en esta vida, por eso mi filosofia es vive el momento, y lucha por lo que deseas, pero tampoco pierdas la vida luchando por cosas que no te van a llenar realmente... todo te va a llegar en el momento indicado y al haberlo esperado y luchado por el, lo sabras valorar...
pero jamas te hagas una idea de como sera, ya que si en cierto modo esto no llena tus expectativas mas bien terminaras decepcionado de las cosas...
se que de repente sueno como contradictorio, pero es como yo he llevado mi vida, y me ha funcionado...y por esto mismo es que muchisima gente no comprende lo que quiero decir, es un pensamiento muy profundo al estilo Yoda, pero si lo logras comprender, y me logras comprender, lo mas seguro es que vivas una vida tranquila y agusto (pero esto esta dificil por que ni yo me entiendo bien aun jajajaja)
saludos
Me encantaría cenar pero en este momento estoy un poco ocupado... Seguro más adelante....
Ay! Diosito!! Hoy que andas de dadivoso, que también me escriba Joaquín Sexy Cortez... Anda.
¿Qué te puedo regalar? Te puedo regalar el recuerdo del aroma perfecto... y te puedo regalar la música que te acompaña... te puedo regalar una bolsa llena de pensamientos... y también te puedo regalar una imagen de Praga y un tango de Buenos Aires,...pero lo que te quiero regalar... lo que te quiero regalar es una colección de momentos.
Hija, por favor, no abuses...
Entrañable post. Yo también quiero una bola de cosas así o más.
Esa caricatura que Dios colocó de sí mismo, no la inventó él. Le copió la idea al diablito de Eugenio Derbez. Que ni se haga.
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