lunes, junio 09, 2014

Running


Nos encontramos un sábado de gloria, y nos conocimos un domingo de resurrección. Y, para serte sincera, yo no tenía muchas intenciones (o esperanzas?) de volverte a ver. Por eso te invité a beber mezcal a la casa, a sabiendas de que tal indiscreción me costaría tu interés. Y bebimos mezcal y nos perdimos en las diferencias de color de nuestra piel y, para mi sorpresa, pasamos un domingo soleado entre besos en el parque y paseos entre las sábanas. Y no saliste corriendo. Más aún, decidiste quedarte el día. 

Y pensé que después de la intensidad del fin de semana todo se enfriaría. Al final sólo era cuestión de tiempo para que nuestras profundas diferencias nos separaran. Al final sólo es cuestión de tiempo para que te des cuenta que soy insoportable, y yo descubra que tienes pésima ortografía. Así que decidí relajarme, pues no podría pasar mucho entre nosotros. 

Pero pasó rápido el tiempo y las horas se hicieron días y las semanas se juntaron en un mes. Y cuatro semanas después tu ya habías descubierto el cajón vacío en la cómoda de mi cuarto (ese único espacio que quedó vacío después de la guerra de otros tiempos) y habías guardado ahí una pijama e incluso te habías adueñado de la toalla verde en el baño. Y aprendiste a usar la cafetera y te dejé hacer una playlist para que usaras las bocinas de la casa. 

Y entre ballets y poemas pasaron los días y tuve que acostumbrarme a la falta de dudas (cuando uno sale con alguien, los primeros meses siempre están llenos de dudas). Y te has dado a la tarea de decirme las cosas mas bonitas del planeta. Me has convencido de que toda chica debe tener una vez en la vida a un chico que le escriba poemas y canciones y le responda cada uno de sus textos.

Aún así, estaba segura que habías llegado a mi vida para terminar de limpiar mis heridas y aventarme nuevamente al mundo. Estaba segura que serías una visita pasajera y, para serte sincera, no quería nada más (es que yo siempre estoy con un pie en la puerta). A propósito hice todo mal para que salieras huyendo. Pero no lo hiciste. Decidiste quedarte y pasar tu conmigo cumpleaños.

Y me mostraste tu lado oscuro. Y entonces fui yo la que no salió corriendo. En algún momento entre Shakespeare bajo las estrellas y las siestas al sol me di cuenta que te quiero. Y ahora no quiero que te vayas.  Ahora quiero que me prometas que no vas a salir corriendo.


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