Mi tolerancia decrece por minuto. Las cosas que antes eran pequeñitas, que apenas si molestaban (nunca he sido particularmente estoica), ahora se ven inmensas. En la gran mayoría de esas pequeñas cosas creo tener la razón: me pone triste descubrir afectos condicionales, me rompe el corazón saberme malquerida, me molestan la falta de iniciativa, la falta de criterio, las copias baratas y las afrentas abiertas elaboradas con poca clase. No se si he comenzado a leer de más (a ver mensajes donde no los hay) o simplemente las cosas han empezado a caer por su propio peso. O será sólo que soy muy dura y espero demasiado?
En algunos casos se que me he inventado toda una historia en la cabeza que me ha obligado a esperar cosas y espero a sabiendas de violar uno de mis principios fundamentales: la anti-espectativa. Se que creer en la gente, en lo que te dice y en lo que te hace creer (y en algunos casos, los peores, en lo que le hace creer al mundo) nomás le lleva a uno por los caminos más horribles de la decepción. Pero tampoco puede ir uno por la vida fingiendo orgasmos, relaciones, afectos... sentimientos. La cosa es dominar los tacones y aprender a vivir la vida con la cantidad precisa de cautela emocional.
Por eso, y utilizado la excusa du jour "total ya me voy", me he dado algunas libertades: me molestan ciertas cosas y no lo pienso ocultar (quesque), algunas otras me ponen triste y por primera vez en mucho tiempo no deseo tragarme las ganas de llorar si me siento traicionada: es mi corazón y yo lo uso como se me de la gana. Por esta única ocasión pienso tener un poquito menos de miramientos con las formas y la distancia emocional. Y al final, como ya me voy, espero que una sonrisa, una invitación al café o una leve mordida perfumada de durazno alivien los moretones que he dejado. Me disculpo ¿por adelantado?
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