Ayer no traía condones.
Aquellos que me conocen sabrán que la ausencia de mi kit-lujuria y una caja "familiar" de condones en la cajuela representa la prueba máxima de que no fui a su casa con intención de fornicar (en lo sucesivo, tronchartz). Sin embargo tronchamos y tronchamos como Dios manda. Ya lo dice una sabia amiga, uno puede bailar toda la noche o asistir a reunioncillas faranduleras donde no falta el alcohol, la buena música y los elementos homoflexibles (o heteroflexibles, a saber)... pero al final del día, las fiestas privadas son las mejores.
Tal vez sea mi "juventud" hablando, tal vez no he medido las repercusiones sociales de lo que digo (claramente, dada mi rampante political-incorrectedness). Pero creo que ser promiscua -señorita de moral difusa, si usted gusta- es un Arte.
Requiere de habilidades varias y altamente exigentes: muchísima información y psiquez sanitaria, para no andar luego pasando penurias. Excelente memoria (o en su caso llamar a todos como "Don", "chiquito" o el cutrísimo "Papi") para no confundir nombres, medidas y lugares. De las parafilias de cada uno, mejor no hablamos y las anotamos en el Little Black Book. Alto grado de organización y administración del tiempo. Cuando uno de los afortunados vive en Lomas Verdes y el otro gusta de fiestar en el corredor de Eje 10, una termina pasando 6 horas del viernes encerrada en el tráfico o haciendo tiempo en cafecitos de Polanco. Y lo más importante (he aquí la parte que no logro dominar, por más experiencia que me empeñe en adquirir): dominio absoluto de las emociones.
Y es que la verdadera penitencia heredada de Eva no está en tener que tomar anticonceptivos, ni siquiera en tener que usar chones una vez por mes... está en la maldita occitocina que sale "secretada" MUY involuntariamente despuecito del orgasmo. Esa pinche hormona que (aunque una se jacte de ser mujer posmoderna, independiente y desesperanzada de las convenciones sociales) nos hace ver al buen hombre que nos acaba de entretener con cara de "posible padre de mis hijos" o de "excelente marido". Válgame... a veces quisiera ser hombre. O por lo menos tronchartz como uno.
Eso, y tenerse que andar cuidando de que tu próxima presa no se entere de tu historial, de tener que fingir sorpresa cuando a alguno se le ocurre "innovar" (o sea, en lugar de misionero-perrito-cuchara, cuchara-perrito-perritodepie), de pensar de más cuando uno busca un motel, cuando en realidad la Blackberry trae pre-cargada la lista de Chilango, y poner cara de "me confundieron con otra" cuando los empleados de Erotika la saludan a una por su nombre. Si Diosito no castiga el pecado, sino el escándalo.
Yo no se qué quieren los hombres. Una dominatrix nata, que nunca le haya visto la salva parte a ningún otro macho pero que esté dispuesta a besarse con su prima y que al final del encuentro esté dispuesta a escuchar dramas maritales. Te busco-no te busco- no vayas a creer que te quiero. Por Dios.
Como no me convence aún el papel de esposita, seguiré entreteniendo a mis hombres con esposas (aclaro: con mis esposas, las que tienen peluchito). Porque ser promiscua es un Arte y yo algún día quiero exponer en un museo.
Aquellos que me conocen sabrán que la ausencia de mi kit-lujuria y una caja "familiar" de condones en la cajuela representa la prueba máxima de que no fui a su casa con intención de fornicar (en lo sucesivo, tronchartz). Sin embargo tronchamos y tronchamos como Dios manda. Ya lo dice una sabia amiga, uno puede bailar toda la noche o asistir a reunioncillas faranduleras donde no falta el alcohol, la buena música y los elementos homoflexibles (o heteroflexibles, a saber)... pero al final del día, las fiestas privadas son las mejores.
Tal vez sea mi "juventud" hablando, tal vez no he medido las repercusiones sociales de lo que digo (claramente, dada mi rampante political-incorrectedness). Pero creo que ser promiscua -señorita de moral difusa, si usted gusta- es un Arte.
Requiere de habilidades varias y altamente exigentes: muchísima información y psiquez sanitaria, para no andar luego pasando penurias. Excelente memoria (o en su caso llamar a todos como "Don", "chiquito" o el cutrísimo "Papi") para no confundir nombres, medidas y lugares. De las parafilias de cada uno, mejor no hablamos y las anotamos en el Little Black Book. Alto grado de organización y administración del tiempo. Cuando uno de los afortunados vive en Lomas Verdes y el otro gusta de fiestar en el corredor de Eje 10, una termina pasando 6 horas del viernes encerrada en el tráfico o haciendo tiempo en cafecitos de Polanco. Y lo más importante (he aquí la parte que no logro dominar, por más experiencia que me empeñe en adquirir): dominio absoluto de las emociones.
Y es que la verdadera penitencia heredada de Eva no está en tener que tomar anticonceptivos, ni siquiera en tener que usar chones una vez por mes... está en la maldita occitocina que sale "secretada" MUY involuntariamente despuecito del orgasmo. Esa pinche hormona que (aunque una se jacte de ser mujer posmoderna, independiente y desesperanzada de las convenciones sociales) nos hace ver al buen hombre que nos acaba de entretener con cara de "posible padre de mis hijos" o de "excelente marido". Válgame... a veces quisiera ser hombre. O por lo menos tronchartz como uno.
Eso, y tenerse que andar cuidando de que tu próxima presa no se entere de tu historial, de tener que fingir sorpresa cuando a alguno se le ocurre "innovar" (o sea, en lugar de misionero-perrito-cuchara, cuchara-perrito-perritodepie), de pensar de más cuando uno busca un motel, cuando en realidad la Blackberry trae pre-cargada la lista de Chilango, y poner cara de "me confundieron con otra" cuando los empleados de Erotika la saludan a una por su nombre. Si Diosito no castiga el pecado, sino el escándalo.
Yo no se qué quieren los hombres. Una dominatrix nata, que nunca le haya visto la salva parte a ningún otro macho pero que esté dispuesta a besarse con su prima y que al final del encuentro esté dispuesta a escuchar dramas maritales. Te busco-no te busco- no vayas a creer que te quiero. Por Dios.
Como no me convence aún el papel de esposita, seguiré entreteniendo a mis hombres con esposas (aclaro: con mis esposas, las que tienen peluchito). Porque ser promiscua es un Arte y yo algún día quiero exponer en un museo.
1 comentario:
La calidad artística del performance sigue siendo debatida entre los círculos verdaderamente intelectuales, aquellos que ni siquiera tienen algún tipo de lateralidad (a diferencia de nosotros),por lo que me surgen diversas interrogantes respecto a la mencionada exposición.
Sin embargo, el tema que hoy nos atañe es aquello que, si bien no estamos seguros sea arte, es un oficio; por ello, tratando de empatizar y sublimar mi pensamiento para alcanzar a entender tu filosfofía, me paro en tus Louboutin, camino un par de cuadras y decido... mi arte.
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